Cómo la noviolencia es tergiversada (Brian Martin)

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Publicado en Gandhi Marg, volumen 30, número 2, Julio-Septiembre de 2008, pp. 235-257
(versión original del artículo: http://www.bmartin.cc/pubs/08gm2.html)

Brian Martin *

Peter Gelderloos en su libro “Cómo la no violencia protege al Estado”, afirma que la noviolencia es inefectiva, racista, estatista, patriarcal, inferior táctica y estratégicamente, y engañosa (1). Su ataque contra la noviolencia es feroz e implacable.

Para valorar las afirmaciones de Gelderloos, primero resumiré mi argumentación a favor de la noviolencia y la argumentación en contra de la violencia que se deriva de ella. Esto proporcionará las bases para examinar los argumentos de Gelderloos. Le prestaré una atención especial a su cuestionable hipótesis de que la violencia siempre triunfa sobre la noviolencia. A mi juicio, los argumentos de Gelderloos se basan en una doble vara de medir bastante extendida. Además, el autor no consigue explicar en detalle qué niveles y tipos de violencia considera aceptables, una omisión que debilita su argumentación. Finalmente, repasaré las conexiones existentes entre anarquismo y violencia/noviolencia.

Soy un partidario de la noviolencia de toda la vida, así que es predecible que soy bastante crítico con los argumentos de Gerderloos. Pero también creo que el análisis crítico es valioso. Los activistas noviolentos pueden llegar a ser más efectivos sometiendo sus creencias al escrutinio lógico y la prueba empírica.

Argumentos a favor de la acción noviolenta

A través de las clases de Historia, las películas de Hollywood y las noticias diarias, la mayoría de la gente llega a creer dos cosas de la violencia. Una es que los grupos con mayor capacidad de violencia -ejércitos, armamento, industria militar y crueldad- casi siempre pueden ganar a los que tienen una menor capacidad. Ésta es la suposición oculta detrás de la pregunta “¿Qué harías tú para detener a los nazis?”, formulada retóricamente como una supuesta refutación de la noviolencia (2). Segundo, la mayoría de la gente cree que la violencia es una herramienta, normalmente una herramienta neutra. Si la usan los malos -el enemigo, los terroristas o criminales- la violencia es mala, pero cuando la usan los buenos -”nuestro bando”- entonces es buena. La mayoría de los partidarios de la guerra revolucionaria aceptan estas hipótesis; creen que la revolución es una buena causa y esperan emplear la lucha armada para llevarla a cabo.

La acción noviolenta cuestiona ambas suposiciones. Los éxitos de la acción noviolenta cuestionan la creencia de que la violencia superior siempre gana, y las características de la acción noviolenta la convierten en una herramienta especialmente adecuada para ayudar a crear una sociedad noviolenta.

Mohandas Gandhi fue la figura clave en la toma de conciencia de la acción noviolenta como enfoque característico para el cambio social, principalmente a través de las campañas en Sudáfrica que empezaron en 1906 y después en la India desde 1915 a los años cuarenta. La acción noviolenta había sido usada ya durante siglos antes de Gandhi. Por ejemplo, los húngaros que se oponían a la dominación austriaca usaron una serie de métodos de no cooperación entre 1850 y 1867 (3). Uno de los logros de Gandhi fue poner la noviolencia en la agenda como una cuestión estratégica.

Las campañas de Gandhi tuvieron una enorme influencia en todo el mundo, llevando al desarrollo y difusión de las campañas, técnicas y filosofía noviolentas. En muchos movimientos sociales, la acción noviolenta se ha convertido en el enfoque principal.

La acción política convencional incluye el voto, la presión política y la realización de campañas -cualquier cosa que sea rutinaria dentro de una sociedad. La acción económica convencional incluye el trabajo, la compra y venta de bienes y participaciones. La acción social convencional incluye reuniones de asociaciones o vecinos y vecinas, la labor asistencial y muchas cosa más. La acción noviolenta, en contraste, va más allá del comportamiento rutinario, a menudo cuestionando las prácticas convencionales. Ejemplos de ello pueden ser unos manifestantes que interfiriendo una reunión gubernamental disfrazados de payasos, una asociación de vecinos montando un sistema alternativo de bienestar social, unos resistentes a la guerra negándose a pagar impuestos, unos clientes activistas bloqueando el funcionamiento de un banco abriendo y cerrando pequeñas cuentas, unos conductores de autobús negándose a cobrar billetes, unos empleados enviando ficheros grandes para atascar un sistema de correo electrónico, o una comunidad poniendo en marcha una moneda alternativa.

La frontera entre la acción convencional y la noviolenta depende de las circunstancias. Cuando la represión del gobierno es intensa, repartir una hoja informativa podría contar como acción noviolenta, mientras que en algunos sitios, las huelgas son tan comunes y ampliamente acepadas que participar en una podría considerarse una acción convencional.

La violencia quiere decir fuerza física usada contra seres humanos, incluyendo el encarcelamiento, las palizas, los disparos, las bombas y las torturas (4). La acción noviolenta excluye todo esto. El sabotaje -violencia contra objetos- se encuentra en el límite entre violencia y noviolencia (5).

Así pues, la acción noviolenta abarca un amplio abanico de actividades que van más allá de la acción convencional y rutinaria, pero que no implican violencia física contra los seres humanos. Cuando la gente piensa en las protestas noviolentas, lo que viene primero a la mente de normal son las concentraciones y las sentadas, pero existen muchos otros tipos de acción, como cuando los trabajadores se niegan a derribar un edificio emblemático, los jueces dimiten en protesta por las presiones políticas, los activistas contra la construcción de carreteras levantan las calles y plantan cultivos, y los empleados de oficina esconden o destruyen ficheros de disidentes que son objetivos de vigilancia y detención.

La acción noviolenta es acción -no incluye la pasividad o la inacción- y va más allá de los métodos convencionales de comunicación y acción política, como el debate, la negociación o la presión. La acción noviolenta es noviolenta por parte de quienes la utilizan. Sus adversarios pueden usar la violencia y a menudo lo hacen, a veces brutalmente.

La acción noviolenta se puede dividir en acciones contra algo, como la mayoría de huelgas y boicots, y acciones a favor de algo, como cuando los trabajadores se organizan para producir productos útiles o realizar su trabajo sin jefes. Las acciones contra algo normalmente tienen como objetivo injusticias, y las acciones a favor de algo normalmente intentan construir una sociedad mejor.

Con este esquema de la acción noviolenta, ¿qué razones hay para elegirla en vez de la acción convencional o la violencia? Existen dos tradiciones principales, comúnmente denominadas noviolencia basada en principios y noviolencia pragmática (6). La noviolencia por principios se emprende por razones morales, concretamente, porque es erróneo usar la violencia. Ésta es la tradición gandhiana. La noviolencia pragmática se emprende porque se cree que es más efectiva que las alternativas, en particular, más efectiva que la violencia.

La gente que utiliza la noviolencia por principios rechaza el uso de la violencia bajo cualquier circunstancia. Por ejemplo, se niega a formar parte de los ejércitos, por muy noble que sea su causa. A pesar de ello, muchos activistas noviolentos por principios prestan mucha atención a la eficacia: se niegan a usar la violencia, pero escogen sus tácticas cuidadosamente (7). Los activistas de la noviolencia pragmática, por otro lado, a menudo proclaman su compromiso con la noviolencia, sabiendo que esto aumenta su credibilidad. Así que, en la práctica, existe un solapamiento de las lógicas pragmática y ética.

Ahora me concentraré en los argumentos a favor de la noviolencia pragmática debido a que permiten una comparación más directa con la argumentación de Gelderloos. La noviolencia por principios tiene sus propios argumentos y criterios, que son importantes, pero les prestaremos menos atención aquí.

Gene Sharp, el más destacado investigador de la noviolencia pragmática, divide los métodos de acción noviolenta en tres categorías:

  • protesta y persuasión, como por ejemplo marchas, burla de autoridades, desnudos de protesta y renuncia de honores;
  • no cooperación, incluyendo muchos tipos de huelgas y boicots sociales, políticos y económicos;
  • intervención, incluyendo ayunos, sentadas, ocupaciones, tomas de tierras e instituciones alternativas (8).

Desde una perspectiva pragmática, ¿cuáles son las razones para optar por la acción noviolenta? En otras palabras, ¿cuáles son los beneficios de la acción noviolenta en comparación con las alternativas? De muchas otras que se podrían enumerar, aquí tenemos cuatro:

  1. La acción noviolenta implica la retirada de apoyo al sistema. Es un desafío a la legitimidad de los comportamientos o políticas estándar (9). En contraste, las acciones convencionales, como el voto, apoyan implícitamente el sistema al usar sus propios métodos.
  2. La acción noviolenta normalmente consigue un apoyo más amplio que la violencia. Las acciones noviolentas -al menos cuando se escogen bien- dejan abierta una mayor oportunidad para la comunicación. Al no dañar físicamente a los adversarios, se les concede un cierto respeto: implícitamente, su salud y sus vidas son respetadas. Los adversarios tienen menos miedo y por lo tanto no tienen que ser tan feroces en la defensa o el ataque.

    Cuando se usa la violencia contra activistas noviolentos, esto es visto ampliamente como algo injusto, y puede conducir a una reacción mayor contra los atacantes violentos, un proceso que Sharp denomina “jiu-jitsu político” (10). Esto puede animar a los activistas noviolentos a ser más activos, estimular la participación del lado de los activistas de terceras partes no participantes, e incluso indignar a algunos de los adversarios de los activistas, provocando un cambio en sus lealtades.

  3. La acción noviolenta permite una participación amplia. Mujeres, niños y niñas, gente de avanzada edad y personas con discapacidad pueden participar en muchas formas de acción noviolenta. Esto puede ser un objetivo en sí mismo.

    Buena parte de la acción noviolenta puede organizarse abiertamente. Esto permite mayor participación que las operaciones clandestinas.

    Buena parte de la acción noviolenta es fortalecedora para sus participantes, generando sentimientos de capacidad, solidaridad y satisfacción (11). Mayor participación significa mayor empoderamiento.

  4. La acción noviolenta como método es compatible con el objetivo de una sociedad noviolenta.

Usar métodos que reflejen el objetivo perseguido se denomina prefiguración: los métodos prefiguran -en otras palabras, anticipan o replican con antelación- el objetivo. La prefiguración proporciona entrenamiento y experiencia en lo que se persigue. Ayuda a crear un elemento del objetivo, también en el caso de que una campaña no tenga éxito. Y ayuda a llevar los esfuerzos por el buen camino.

Si el objetivo es una sociedad sin violencia organizada, la acción noviolenta tiene todas estas ventajas prefigurativas. Aporta experiencias de una vida sin violencia, reduce la violencia inmediata en el aquí y el ahora, hasta cuando las campañas fracasan, y garantiza que los esfuerzos se hacen en una dirección noviolenta.

Cada uno de estos cuatro puntos puede aplicarse también a la violencia:

  1. La violencia implica una retirada de apoyo al sistema. Respecto a esto, noviolencia y violencia son similares.
  2. La violencia a menudo aleja a los potenciales partidarios. Los adversarios pueden enrocarse y resistir más tenazmente. Una perspectiva psicológica llamada teoría de la inferencia correspondiente puede ayudar a explicar el por qué. La gente a menudo infiere las motivaciones de alguien examinando las consecuencias de sus acciones. Si las acciones provocan la muerte de gente, la inferencia es que la motivación de los activistas es matar -no liberar, lo cual podría ser su motivación real. Esta teoría ayuda a explicar por qué los motivos de los terroristas se malinterpretan tan habitualmente (12).

    La violencia pone en el punto de mira a personas individuales, pero hacer daño a las personas no es un forma eficaz de cuestionar los sistemas de opresión. Matar a un político no debilita al Estado, porque los políticos pueden ser sustituidos, a veces con unos peores. Además, alguien que es político tiene otros roles, como el de padre, amigo y músico. La violencia, al no distinguir entre los diferentes roles, destruye muchas cosas que son buenas, en vez de poner en el punto de mira los roles dañinos y reforzar los que son beneficiosos (13).

    Cuando los activistas usan la violencia, esto le proporciona una mayor legitimidad a la violencia estatal contra ellos. El efecto jiu-jitsu se reduce, incluso cuando el Estado usa mucha más violencia contra los activistas.

  3. La violencia restringe la participación. Los hombres jóvenes en forma predominan tanto en los ejércitos como en los movimientos armados de liberación. El secretismo que acompaña a la lucha armada también limita la participación.

    La violencia puede ser empoderadora para quienes participan en ella, pero una participación limitada significa que el empoderamiento está restringido.

  4. La violencia como método choca con el objetivo de una sociedad noviolenta. Usar la violencia proporciona entrenamiento, experiencia y legitimidad a la violencia. Causa un sufrimiento inmediato. Y es más fácil que las campañas pierdan el rumbo, hacia un camino de violencia habitual y la dominación que ello implica.

Los puntos 2, 3 y 4 constituyen el núcleo de la argumentación contra la violencia, desde un punto de vista noviolento.

Tengamos en cuenta que estos argumentos a favor de la acción noviolenta y contra la violencia son tendencias, no verdades universales. Por ejemplo, la acción noviolenta normalmente recibe más apoyo que la violencia, pero no siempre. Algunos métodos noviolentos permiten solamente una participación limitada, mientras que algunos movimientos violentos tienen muchos participantes. Al adoptar la acción noviolenta desde un punto de vista pragmático, hay que prestar atención a las circunstancias.

Muchas campañas noviolentas son ampliamente espontáneas, sin mucha preparación, planificación o entrenamiento. Nadie espera que los movimientos armados sin armamento, entrenamiento o planes tengan mucho éxito. Considerando las enormes cantidades de dinero y esfuerzo invertidas en las operaciones militares, es razonable esperar que la acción noviolenta llegue a ser muchísimo más eficaz con más recursos.

Para aquellas personas con un compromiso ético con la noviolencia las circunstancias no importan; rechazan la violencia, incluso si el asesinato de un dictador pudiera reducir el sufrimiento de millones de personas. Pero existe un importante vínculo entre las variantes pragmáticas y las posturas basadas en principios. Si, pragmáticamente, la acción noviolenta es normalmente la mejor opción, entonces puede ser (pragmáticamente) sensible a hacer un compromiso basado en principios, porque reduce los riesgos de malentendidos por parte de la gente participante, de ser falsamente etiquetada como violenta por los adversarios, y de salirse del camino planeado en direcciones violentas.

Gelderloos

Gelderloos es anarquista. Se opone a los sistemas basados en la jerarquía y es partidario de las relaciones sociales igualitarias creadas y sostenidas por la gente implicada en ellas. Se opone al Estado, al capitalismo, al racismo, al patriarcado. Su oposición al capitalismo le coloca generalmente en la izquierda, pero como anarquista, se opone al Estado, incluyendo al socialismo de Estado, ya sea defendido por reformistas socialistas que persiguen alcanzar el poder estatal por medios electorales, o por marxistas-leninistas que quieren apoderarse del control del Estado, habitualmente por medio de la lucha armada, para poder aplastar el capitalismo. Gelderloos quiere en cambio destruir el Estado -y el capitalismo, el racismo y el patriarcado- para que la gente pueda crear sus propios sistemas no jerárquicos de autogobierno.

Gelderloos es un activista y ha pasado algún tiempo en la cárcel como consecuencia de su participación en acciones de protesta. Su apasionado compromiso con la emancipación no puede ponerse en duda. Pero a la vez que se muestra respeto por su visión, dedicación y energía, es posible criticar sus argumentos, conclusiones y métodos.

En vez de repasar una a una las afirmaciones de Gelderloos sobre la noviolencia, es más esclarecedor entender su punto de vista como algo que procede de unas pocas suposiciones clave. En el núcleo de su pensamiento está la afirmación de que la noviolencia no puede tener éxito frente a la violencia.

El Estado, en la concepción sociológica convencional, se basa en el monopolio del el uso de la violencia legítima. Gelderloos es partidario del cambio revolucionario incluyendo el derrocamiento y la disolución del Estado. Él cree que los líderes del Estado no estarán de acuerdo con esto, así que, concluye, habrá que usar la violencia física.

Si la acción noviolenta no puede tener éxito frente a la violencia, entonces se sigue el resto de conclusiones de Gelderloos:

  • La noviolencia es inefectiva contra sistemas de opresión basados en la violencia (pp. 21-38).
  • La noviolencia es racista, porque permite que persista el racismo: “Predicando la noviolencia y abandonando a la represión estatal a aquellos que no escuchan obedientemente, los activistas blancos que creen estar preocupados por el racismo están en realidad poniendo en práctica una relación paternalista y cumpliendo el útil papel de pacificar a los oprimidos”. (p. 50).
  • La noviolencia es estatista, porque protege al Estado del único cuestionamiento que Gelderloos cree que puede derribarlo, es decir, la violencia: “Dicho llanamente, la noviolencia garantiza al Estado el monopolio de la violencia”. (p. 61).
  • La noviolencia es patriarcal, porque evita que las mujeres usen una poderosa herramienta -la violencia- contra la dominación machista: “una práctica pacifista que prohíbe el uso de cualquier otra táctica, no deja opción a la gente que necesita protegerse a sí misma de la violencia ahora”. (p. 83).
  • La noviolencia es “táctica y estratégicamente inferior”: “La lucha contra la autoridad será violenta, porque la propia autoridad es violenta y la inevitable represión es una escalada de la represión. […] Las campañas de presión para conseguir el cambio social son una pérdida de los escasos recursos de los movimientos radicales”. (p. 110).
  • La noviolencia engaña cuando explica cómo puede producirse el cambio revolucionario: “sería mucho más fácil acabar con los patrones psicológicos de la violencia y la dominación una vez que hubiéramos destruido las instituciones sociales, los órganos políticos y las estructuras económicas constituidas específicamente para perpetuar la dominación coercitiva. Pero la gente que propone la noviolencia se bate valientemente en retirada, declarando que deberíamos tratar los síntomas mientras que la enfermedad tiene vía libre para extenderse, defenderse y concederse un aumento de sueldo”. (p. 142).

Algunos de estos argumentos suenan raro. ¿Cómo, por ejemplo, puede ser patriarcal la noviolencia cuando las mujeres han tenido un papel tan destacado en la acción noviolenta, mientras que los grupos armados están casi siempre dominados por hombres? Pero el argumento de Gelderloos tiene una coherencia subyacente construida sobre su suposición de que la noviolencia no puede tener éxito contra la violencia, lo que conduce a la conclusión de que la violencia es necesaria para derribar los sistemas de opresión, incluyendo el patriarcado: “si un movimiento no es una amenaza, no puede cambiar un sistema basado en la coerción y la violencia centralizada” (p. 38). Aquí, “amenaza” quiere decir tener el potencial de usar la violencia. Como la noviolencia, a ojos de Gelderloos, no supone una amenaza en este sentido, él concluye que es patriarcal.

Por lo tanto, en vez de analizar en detalle las afirmaciones de Gelderloos sobre el racismo, el patriarcado y cosas similares, es más útil contrarrestar su afirmación central de que la noviolencia es incapaz de ser efectiva frente a la violencia, sobre todo porque esta suposición es un lugar común. Entonces, ¿en qué basa Gelderloos su afirmación?

Lo que sí que es cierto es que no se basa en el análisis de la teoría de la noviolencia, pues no la examina sistemáticamente (14). Gelderloos trata toda la noviolencia como noviolencia basada en principios éticos, dejando de lado por tanto la noviolencia pragmática. Menciona a Gene Sharp sólo de pasada y no discute la teoría del poder de Sharp, o sus métodos y dinámicas de la acción noviolenta. No aborda la dinámica del jiu-jitsu político, central para entender la acción noviolenta, y que explica cómo la violencia utilizada contra los activistas noviolentos puede provocar efectos contrarios a los esperados.

Gelderloos ni siquiera examina la estrategia de George Lakey para la revolución noviolenta (15). De hecho, Gelderloos asume que la noviolencia no puede ser revolucionaria, por ejemplo refiriéndose a los “activistas revolucionarios y los activistas noviolentos” (p. 98).

En lugar de eso, Gelderloos valora la noviolencia examinando una serie de campañas noviolentas. Descarta cada una de ellas por no tener éxito mediante el uso de una serie de argumentos desplegados selectivamente, a menudo con un doble rasero en relación a la violencia.

  1. El primer argumento de Gelderloos contra las campañas noviolentas es decir que no fueron completamente noviolentas. Si puede señalar evidencias de violencia presente en una campaña, desestima la contribución de la acción noviolenta. Al referirse a los disturbios raciales en 1962 en Georgia y Alabama, Gelderloos concluye lo siguiente: “Quizás la mayor de las limitadas, si no vacías, victorias del movimiento de derechos civiles llegó cuando la población negra mostró que no iba a seguir siendo pacífica para siempre.” (p. 28)

    Esto es un ejemplo de doble rasero. En las guerras de guerrillas y otras campañas que implican violencia, también existe una gran cantidad de acción noviolenta, por ejemplo durante la guerra de Vietnam, la guerra de Iraq y la segunda Intifada palestina. ¿Por qué hay que darle todo el mérito a la violencia cuando se usa tanto la violencia como la noviolencia?

  2. El segundo argumento de Gelderloos contra las campañas noviolentas es decir que en realidad no cambiaron nada. No fueron emancipadoras. No derribaron el Estado -solamente a los gobernantes de entonces- y no derribaron el capitalismo. “El movimiento de liberación en la India fracasó. Los británicos no fueron obligados a abandonar la India. Más bien, eligieron transferir el territorio desde un dominio colonial directo a un dominio neocolonial”. (p. 23)

    Con este argumento, Gelderloos exhibe de nuevo una doble vara de medir, porque no valora las campañas violentas con las mismas exigentes expectativas. Menciona de manera aprobatoria a los Black Panthers en los EEUU de los años 60 y 70, y a los revolucionarios anarquistas en la Ucrania de los años 20, entre otros, ninguno de los cuales derribaron el capitalismo o el Estado. Aplaude esas iniciativas por haberse levantado contra el Estado, por haber mostrar lo que puede ser alcanzado, por provocar el miedo en el corazón de los gobernantes y por empoderar a la gente participante. Todo eso está muy bien, pero no otorga a las campañas noviolentas el mérito de unos logros equivalentes.

    Gelderloos no da un solo ejemplo de lucha armada que haya conducido a la clase de sociedad liberada por la que él aboga. ¿Por qué no? Sin duda porque las luchas armadas exitosas -como en China, Cuba, Argelia y Vietnam- no han abolido el Estado sino mas bien, si acaso, lo han fortalecido. La lucha armada potencia la militarización del movimiento, haciéndolo más jerárquico y autoritario. Estas características raramente se debilitan tras las victorias revolucionarias.

  3. Si una campaña fracasa, Gelderloos lo atribuye a la utilización de la acción noviolenta y al insuficiente uso de la violencia. En el movimiento prodemocrático de 1989 en China, “los estudiantes que se pusieron bajo el control del movimiento se negaron a armarse…” (p. 138). El doble rasero estriba aquí en que Gelderloos no menciona el fracaso de los movimientos armados en Bolivia, Letonia, Malasia, Filipinas, Uruguay y muchos otros países.

    Gelderloos ignora la diferencia entre la acción noviolenta estratégica y la espontánea (16). Muchas campañas fracasadas se basaron principalmente en el acción noviolenta espontánea, sin una planificación y un entrenamiento cuidadoso. Calificarlas de fracasos de la acción noviolenta como método, sería como descalificar la violencia como método por el fracaso de los disturbios espontáneos.

  4. Al referirse a las recientes campañas que descabalgaron gobiernos en Serbia, Ucrania y otros países, Gelderloos dice que fueron “orquestadas” por el gobierno de EEUU (p. 100). Pero no aporta evidencia alguna para sostener esta afirmación, aparte de citar una noticia de un periódico.

    Es cierto que el gobierno de EEUU ha proporcionado ayuda económica a algunos movimientos noviolentos, como por ejemplo Otpor en Serbia, un grupo resistente clave en desatar el movimiento de masas que llevó al derrocamiento del presidente Slobodan Milosevic en 2000. La contribución de la ayuda del gobierno de EEUU a esos movimientos ha sido debatida no sólo entre activistas noviolentos, algunos de los cuales han argumentado en contra de aceptar ayudas por el riesgo de ser acusados de ser peones del gobierno de EEUU. Gelderloos no aborda ninguna de las complejidades de tales situaciones, simplemente asumiendo que como el gobierno de EEUU estaba implicado, se puede concluir automáticamente que había orquestado toda la operación (17).

    Aquí, la doble vara de medir estriba en que Gelderloos no hace afirmaciones similares en relación a las luchas violentas. Durante la guerra de Vietnam, el Frente de Liberación Nacional recibió una asistencia considerable del gobierno soviético. ¿Significa esto que la victoria del FLN fue orquestada por el gobierno soviético? Desde luego que no. El éxito de la lucha dependió del apoyo y sacrificio masivo de la población vietnamita. Exactamente lo mismo se puede decir de las campañas noviolentas que reciben apoyo económico del gobierno de EEUU: las campañas no tendrían ninguna opción sin el apoyo popular.

    Gelderloos exhibe también un doble rasero en su análisis cuando se olvida de mencionar casos en los que el gobierno de EEUU ha apoyado la resistencia armada. En Afganistán, después de la invasión soviética de 1979, la CIA financió secretamente a los muyahidines opositores. En Kosovo, el gobierno de EEUU ignoró una década de lucha noviolenta (18) y entonces dio apoyo un movimiento armado, el Ejército de Liberación de Kosovo, previamente clasificado como organización terrorista. Siguiendo la lógica de Gelderloos, estas luchas armadas fueron orquestadas por el gobierno de EEUU, y por lo tanto, el papel de la violencia puede ser descartado.

  5. Gelderloos ignora un gran número de campañas noviolentas, evitando así la necesidad de tratar el desafío que éstas suponen para su argumentación. Su afirmación de que el gobierno de EEUU orquesta las campañas noviolentas fracasa totalmente con las campañas anteriores a 1990, para las que no existe ninguna evidencia de asistencia del gobierno de EEUU. En uno entre muchos ejemplos posibles, en 1944 el dictador de El Salvador -un estado satélite de EEUU- fue derrocado por una campaña popular noviolenta (19).

Gelderloos afirma que la estrategia noviolenta de desobediencia generalizada no puede devolver el poder a la población porque el Estado aun así controlaría los recursos clave y la lealtad de la policía y el ejército: “en décadas recientes, las únicas deserciones militares significativas han ocurrido cuando el ejército se enfrentaba a la resistencia violenta y el gobierno parecía estar en los estertores de la muerte” (p. 115). Al contrario, existe un buen número de casos en los que las deserciones militares han ocurrido sin que existiera mucha resistencia violenta, incluyendo Filipinas en 1986, varios países del Este de Europa en 1989, la Unión Soviética en 1991, y Serbia en 2000. Gelderloos tiene razón en que las deserciones del ejército son esenciales para la revolución (20), pero la deserciones pueden ocurrir como resultado del empleo de métodos noviolentos, como por ejemplo la confraternización.

Comparar violencia y noviolencia

El desprecio de Gelderloos por el poder de la acción noviolenta es tan unilaterial y lleno de dobles raseros que sería fácil perder de vista un punto importante: se han realizado pocas comparaciones sistemáticas de la efectividad de la violencia y de la noviolencia.

Hacer comparaciones es difícil, porque el éxito de una campaña o movimiento depende de muchos factores, incluyendo los sistemas de creencias, los recursos materiales y humanos, la cohesión social, los alineamientos políticos y factores internacionales, añadidos a los métodos usados por los activistas. La elección de métodos violentos o noviolentos puede inclinar la balanza en alguna circunstancias, pero todavía hay que tomar en consideración otros factores. (21)

En el enorme corpus de la investigación de los movimientos sociales, hay poco sobre la efectividad de la violencia. En uno de los pocos estudios relevantes, el sociólogo William Gamson analiza en su libro “The Strategy of Social Protest” 53 grupos activistas de EEUU entre 1800 y 1945. En un capítulo titulado “El éxito de los rebeldes”, Gamson valora los resultados de los grupos que utilizaron la violencia comparado con los que fueron objeto de violencia sin responder con ella (22). En esta comparación, los grupos que usaron la violencia era mucho más probable que tuvieran éxito, es decir, que lograran aceptación y obtuvieran nuevas ventajas. Sin embargo, Gamson es reacio a atribuir el éxito a la violencia, argumentando más bien que “no es la debilidad del usuario sino la debilidad del objetivo lo que causa la violencia”: la violencia es “en la misma medida un síntoma de éxito que un causa” (23).

Gamson no usa la expresión “acción noviolenta” ni referencia ningún texto en ese campo. Pero sí que analiza el uso que hacen los movimientos de “coacciones”, incluyendo huelgas, boicots y denuncia social”. Concluye que los movimientos que usan coacciones pero no la violencia era mucho más probable que tuvieran éxito que los que no usaban coacciones. En efecto, Gamson demuestra que los métodos coercitivos de acción noviolenta -lo que Sharp llamaría métodos de no cooperación e intervención- tienen relación con el éxito.

El estudio de Gamson, aunque es esclarecedor, no compara directamente la eficacia de las opciones para un movimiento dado porque, como él mismo reconoce, está analizando diferentes movimientos en diferentes circunstancias. A pesar de ello, sí da un fuerte respaldo a la conclusión de que la “rebeldía” de un movimiento está asociada con el éxito (24). Violencia y noviolencia son maneras diferentes de rebeldía.

En 2005, Freedom House publicó un estudio de 67 transiciones políticas acaecidos en países con gobiernos autoritarios en el periodo 197-2000, examinando el nivel de violencia, el origen de la violencia y la fuerzas que conducían la transición. Usando las calificaciones preexistentes sobre nivel de libertad antes y después de la transición elaboradas por Freedom House, los autores pudieron valorar los papeles comparativos de violencia y noviolencia. Sus principales hallazgos fueron estos:

  • Primero, los movimientos de ‘poder popular’ son importantes, porque las fuerzas civiles noviolentas son una gran fuente de presión para generar cambios decisivos en la mayoría de las transiciones”.
  • Segundo, comparativamente existen pocos efectos positivos para el grado de libertad en las transiciones ‘de arriba a abajo’ que fueron lanzadas y lideradas por élites”.
  • Tercero, la presencia de coaliciones civiles noviolentas fuertes y cohesionadas es el más importante de los factores examinados en cuanto a su contribución a la libertad”.
  • Cuarto, los datos sugieren que las perspectivas de libertad se potencian significativamente cuando la propia oposición no usa la violencia”. (25)

Estas conclusiones contradicen directamente las afirmaciones de Gelderloos. Aunque pueda desestimarlas debido a las políticas de la Freedom House o debido a que ninguna de las transiciones políticas implicaron un derrocamiento revolucionario del capitalismo y el Estado, estas conclusiones debilitan sin embargo sus afirmaciones sobre la ineficacia de las acción noviolenta.

En un artículo de próxima aparición, Maria Stephan y Erica Chenoweth analizan datos de 323 campañas de resistencia violenta y noviolenta entre 1900 y 2006, concluyendo que las campañas noviolentas tienen más probabilidades de lograr objetivos estratégicos. Según ellas mismas afirman, “las campañas noviolentas tienen mas probabilidades de conseguir legitimidad, atraer un amplio apoyo doméstico e internacional, neutralizar las fuerzas de seguridad del adversario, y forzar cambios de lealtades entre los inicialmente partidarios de los adversarios que campañas armadas, que exigen el apoyo activo de un número de personas relativamente pequeño, ofrecen al adversario una justificación para emprender contraataques violentos, y es menos probable que provoquen cambios en las lealtades y deserciones” (26). Son necesarios detallados estudios adicionales de campañas y resultados, debido a que es muy sencillo llegar a la conclusión deseada mediante la selección de unos pocos ejemplos adecuados.

¿Está justificada la violencia de los rebeldes?

Gelderloos destaca frecuentemente la violencia del Estado -”el mayor administrador de violencia” (p. 158)- y de otros sistemas de opresión, con la hipótesis implícita de que esto justifica la violencia para destruir estos sistemas. La cuestión de la legitimidad recibe no poca atención en los debates sobre la violencia. William T. Vollmann se centra en su gigantesco análisis sobre la violencia “Rising Up and Rising Down” en las justificaciones y consecuencias de la violencia, e incluye un detallado cálculo moral. (27)

Pero el que la violencia pueda estar justificada no quiere decir por sí solo que sea la mejor opción. Si alguien nos insulta en una fiesta, podríamos estar legal y moralmente legitimados para plantear una denuncia por difamación, pero rara vez será buena idea hacerlo: es probable que sea muy costoso y podría dañar nuestra reputación aún más (28). Análogamente, en el caso de la violencia, aunque justificada, podría ser contraproducente al legitimar la contraviolencia, reducir la participación y conducir a un camino hacia más violencia. Esto subraya una vez más la importancia de comparaciones cuidadosas sobre la eficacia de la violencia y la noviolencia, tomando en cuenta tanto los resultados inmediatos como el impacto a largo plazo sobre la moral, la solidaridad y la movilización.

Atribuciones

Los argumentos de Gelderloos contra la acción noviolenta fracasan en parte debido a que interpreta erróneamente la noviolencia y realiza afirmaciones sin pruebas. Por ejemplo:

… muchos pacifistas actualmente en EEUU también creen que si causas problemas o conflicto es que estás haciendo algo mal.” (p. 36)

La única evidencia aportada para demostrar esta afirmación generalizada es un correo electrónico.

Observemos que el persistente uso que hace Gelderloos del término “pacifista” es engañoso. Históricamente, muchos pacifistas no han utilizado la acción noviolenta, y muchos activistas noviolentos no son pacifistas.

Pero los pacifistas parecen no haber concedido la debida consideración a la violencia del patriarcado”. (p. 82)

En realidad, existen mucha feministas dentro de las campañas de acción noviolenta y han trabajado contra la violencia machista. (29)

… la noviolencia… glorifica la pasividad”. (p. 84)

Ésta es una concepción errónea bastante extendida (30). Los términos satyagraha y acción noviolenta fueron desarrollados para reemplazar la confusa expresión “resistencia pasiva”.

La noviolencia se centra en cambiar las mentes y los corazones, pero subestima la industria cultural y el control mental por parte de los medios de comunicación”. (p. 100)

La persuasión es solamente una de las formas en que funciona la noviolencia. Sharp enumera decenas de métodos de no cooperación e intervención. (31)

Los pacifistas “tienen la opción de renunciar a la confrontación con el poder del Estado y fingir que están implicados en algún proceso de transformación mágica del Estado mediante el ‘poder del amor’, o su ‘testimonio noviolento’, o difundiendo imágenes conmovedoras de marionetas de cartón a través de los medios, o bazofias similares”. (p. 124)

En realidad, los activistas noviolentos se han enfrentado repetidamente al poder del Estado (32).

La noviolencia nos engaña al repetir que los medios determinan los fines…” (p. 145)

La afirmación normal es que los medios influyen en los fines (33).

La visión pacifista de la lucha, basada en una dicotomía polarizada entre violencia y noviolencia, es ingenua y contraproducente”. (p. 158)

Los activistas noviolentos son perfectamente conscientes de los diversos grados de la violencia. Es posible trazar una línea entre violencia y noviolencia en la teoría y en la práctica a la vez que se reconocen diferentes tipos de acciones en el interior de cada categoría.

Hay muchos otros ejemplos de afirmaciones engañosas de Gelderloos para las que no aporta evidencia alguna o cita correos electrónicos o comentarios personales, pero saca conclusiones con la intención aparente de ser aplicadas a todos los activistas noviolentos. Gelderloos puede tener razón en que algunos activistas noviolentos son -quizás inconscientemente- racistas, paternalistas o demasiado tímidos. Pero esto no quiere decir que la acción noviolenta como método de lucha tenga las mismas características, lo mismo que el racismo u otros rasgos de los activistas violentos signifique que la violencia es racista.

Gelderloos a menudo usa las fuentes de una forma selectiva y engañosa. Por ejemplo, critica un artículo de Carol Flinders sobre las mujeres y la noviolencia, presentándolo incorrectamente como diciendo que las mujeres son inherentemente noviolentas (34). Cita el libro de Martha McCaughey “Real Knockouts”, un análisis del movimiento de autodefensa de las mujeres en apoyo de su argumento de la violencia de las mujeres contra el patriarcado, ignorando la complejidad y sofisticación de la argumentación de McCaughey. (35)

Gelderloos cita aprobatoriamente (pp. 114-115) el libro de Martin Oppenheimer “The Urban Guerrilla” en relación a las limitaciones de la noviolencia, pero omite toda mención a las incisivas críticas de Oppenheimer a la violencia:

  • Porque la organización de la violencia, con cualquier objetivo, básicamente subvierte los valores e instituciones democráticas, y el hábito de resolver los problemas políticos por medios violentos, lejos de ser liberador, aprisiona a las personas y las personalidades de manera que la participación verdaderamente democrática en la toma de decisiones se vuelve casi imposible”.
  • “… la clase de personas que participan en insurrecciones y sobreviven a ellas, tiende a no ser la clase de gente que creará un orden positivo y humanista… la clase de organización al parecer necesaria para conducir un esfuerzo violento es inherentemente contrario a dicho orden”.
  • “… tanto en términos de personalidad como de organización, la violencia, lejos de ser terapéutica, pone en peligro cuando no destruye totalmente el componente humanista de un movimiento social”. (36)

Violencia: ¿de qué tipo y cuánta?

“Cómo la no violencia protege al Estado” es curiosamente comedido respecto al papel real que la violencia podría desempeñar en la liberación. Gelderloos se niega explícitamente a presentar una definición de violencia: “… uno de los argumentos críticos de este libro es que la violencia no puede ser claramente definida” (p. 17). Dice que muchos activistas consideran violencia actividades cotidianas como por ejemplo “comprar ropa fabricada en talleres clandestinos”, y dice que el concepto de violencia no es útil cuando “ni siquiera dos personas pueden ponerse de acuerdo en lo que significa” (pp. 140). Sin embargo, aunque los activistas puedan tener concepciones diferentes sobre los términos, aún así es posible que los analistas se pongan de acuerdo en los significados.

Gelderloos, al dejar la violencia pobremente definida, puede ahorrase explicar en detalle lo que él considera un uso adecuado o inadecuado de la violencia en los movimientos de liberación. Prefiere centrarse en cambio en la jerarquía como la clave de la opresión y decir que todos los medios para cuestionar la jerarquía deberían ser tenidos en cuenta, sin preocuparse por la diferencia entre violencia y noviolencia. Gelderloos aboga por la “diversidad de tácticas”, asumiendo que cuantas más tácticas tengamos a disposición para ser utilizadas, más eficaz podrá ser un movimiento. Como un compromiso con la noviolencia implica descartar algunas tácticas, Gelderloos concluye que la noviolencia por fuerza será menos eficaz que una diversidad de tácticas más amplia.

En el texto se encuentran algunas pistas de en qué tipos de acciones piensa Gelderloos:

  • enfrentarse a los policías o participar en actos clandestinos de sabotaje” (p. 18);
  • protestas violentas, uso de explosivos y destrucción de la propiedad” (p. 31);
  • golpear a un policía o lanzar un ladrillo contra una ventana” (p. 75);
  • Matar a un policía que viola a personas transgénero sin techo y prostitutas, quemar las oficinas de una revista que conscientemente publicita un estándar de belleza que conduce a la anorexia y la bulimia, secuestrar al presidente de una empresa que lleva a cabo tráfico de mujeres” (p. 83);
  • reventar una industria emisora de dioxinas que están contaminando la leche materna”; “matar al general que envía a los soldados que violan mujeres en las zonas de guerra” (p. 86);
  • expropiar dinero para financiar y aumentar enormemente las capacidades de los medios de comunicación de base” (p. 106).

La cuestión que se plantea entonces es: ¿hay algún método que Gelderloos rechace? ¿Rechaza el uso de ametralladoras? ¿Rechaza los misiles? ¿Rechaza las armas biológicas? ¿Rechaza las armas nucleares? ¿Rechaza la tortura? (37) Si Gelderloos rechaza alguno de estos métodos, quizás por ser inhumanos o contraproducentes, entonces está trazando una línea, aceptando que no todos los métodos son aceptables en una “diversidad de tácticas”.

Una de las quejas principales de Gelderloos es que los activistas noviolentos se niegan a dar apoyo a los activistas que usan la violencia. ¿Está a favor Gelderloos de dar apoyo a cualquier activista , incluso a los que usen minas antipersona y armas químicas? Si no es así, entonces sus críticas a los activistas noviolentos, que trazan la línea en un lugar diferente, reflejan un doble moral en su argumentación.

Anarquismo y violencia

Como Gelderloos se define a sí mismo enfáticamente como anarquista, algunos lectores podrían llevarse la impresión equivocada de que habla en nombre de los anarquistas en general. En realidad, los anarquistas han debatido largamente y han sido incapaces de llegar a un acuerdo sobre si el uso de la violencia conduce al cambio social. Algunos anarquistas creen que la violencia está justificada y es necesaria. La más famosa lucha armada llevada a cabo por anarquistas tuvo lugar durante la revolución y la guerra civil españolas entre 1936-1939, cuando los trabajadores dirigieron granjas e industrias y las milicias anarquistas defendieron la revolución tanto de los fascistas de Franco (apoyados por Hitler) como de los comunistas.

Sin embargo, desde entonces la lucha armada anarquista no ha desempeñado un papel destacado, aunque algunos anarquistas han abogado por usar métodos de guerrilla diseñados para un país industrializado. (38)

Existe también una tradición paralela dentro del anarquismo que se opone al uso de la violencia. (39)

Y no sólo eso, algunos anarquistas están abiertamente comprometidos con la noviolencia. (40)

Pragmáticamente, las oportunidades para la liberación armada en el interior de los países industrializados han sido mínimas durante décadas. En este contexto, muchos anarquistas creen que usar de la violencia sería un esfuerzo inútil (41). El destacado anarquista Murray Bookchin escribió: lo siguiente:

El poder del Estado al que nos enfrentamos es demasiado enorme, sus arsenales son demasiado destructivos, y, si su estructura está todavía intacta, su eficacia es demasiado convincente para ser eliminado mediante una competición en la que el armamento sea el factor determinante. El sistema debe caer, no combatir; y solamente caerá cuando sus instituciones hayan sido tan vaciadas por la nueva Ilustración, y su poder tan socavado físicamente y moralmente, que una confrontación insurreccional será más simbólica que real”. (42)

Otra línea de razonamiento procede de la creencia anarquista en la prefiguración, es decir, que los medios deben reflejar los fines. Si el objetivo es un mundo sin violencia organizada, esto implica evitar la violencia en la lucha por construir ese mundo. Sin embargo, los anarquistas han debatido largamente sobre la aplicación de este principio al uso de violencia. (43)

Los marxistas, por el contrario, raramente invocan la prefiguración. Estos, en cambio, asumen que los fines justifican los medios, de manera más notoria en el caso de la toma del poder del Estado para aplastar el capitalismo, tras la cual se supone que el Estado se debilitará: el fin último de los marxistas es el comunismo, en el cual no existe Estado, el mismo objetivo que los anarquistas. (Éste es el significado original de comunismo, a diferencia de la realidad de los Estados gobernados por partidos comunistas). Los anarquistas en el siglo XIX argumentaron contra los marxistas, advirtiendo proféticamente de que tomar el poder estatal era una receta para gobiernos dictatoriales.

Gandhi pude ser considerado como un anarquista (44). Se opuso al Estado, proponiendo en su lugar la democracia municipal. Rechazó la oferta de gobernar la recién independizada India, a diferencia de los anarquistas que se unieron al gobierno de la República española en los años 30.

El objetivo de los anarquistas es una sociedad construida alrededor de estructuras no jerárquicas organizadas por la gente que participa en ellas -un enfoque conocido como autogestión- y por ello los anarquistas se esfuerzan por crear estructuras no jerárquicas en sus propias organizaciones y campañas. Han promovido la organización cooperativas y el control de los trabajadores como alternativas a la empresa capitalista. Han promovido las relaciones igualitarias entre hombres y mujeres.

Otro punto de debate dentro del anarquismo es la cuestión de la revolución. Algunos, como Gelderloos, creen en la destrucción del capitalismo y el Estado mediante un levantamiento de masas que conduzca a sistemas autogestionados. Otros señalan ejemplos de autogestión en el interior de las sociedades actuales, en la creencia de que las prácticas anarquistas pueden desarrollarse en los intersticios de las instituciones existentes y finalmente suplantarlas (45). Si comparamos las estructuras sociales con un bosque, entonces la revolución es como talar los árboles y plantar nuevas especies, mientras que en un modelo evolucionario, nuevas especies crecen entre las viejas, y finalmente se convierten en las dominantes. (46)

Gelderloos no da ninguna pista de los debates sobre violencia y revolución dentro del movimiento anarquista: para él, anarquismo parece que equivale a su propio sistema de creencias. Ni siquiera reconoce la sensibilidad anarquista extendida en los movimientos noviolentos (47). Muchos activistas son escépticos respecto al Estado y otras instituciones dominantes y están a favor de formas de organización no jerárquicas, a pesar de no estar familiarizados con los escritos anarquistas. También están a favor de la acción noviolenta, lo cual puede explicar por qué Gelderloos no otorga reconocimiento a su sensibilidad anarquista.

Conclusión

Desde los días de las campañas de Gandhi, los personas activistas noviolentas han sido criticadas por los partidarios de lucha armada (48). En los últimos años, las críticas más completas a la noviolencia las han realizado Howard Ryan (49), Ward Churchill (50) y Gelderloos. Desgraciadamente, muchas críticas adolecen de una adecuada comprensión de la noviolencia, a menudo debido a la escasez de escritos en este campo. (51)

Gelderloos ha mostrado un enorme compromiso como activista y una gran energía en la compilación de una crítica completa de la noviolencia. Por desgracia, no ha alcanzado su objetivo: en esencia, ataca la noviolencia basada en principios éticos desde una perspectiva en la que los fines justifican los medios. Desestima las campañas de acción noviolenta usando una serie de argumentos que exhiben sistemáticamente una doble vara de medir.

Lo que subyace a la argumentación de Gelderloos es la suposición de que la violencia es más efectiva que la noviolencia. Se trata ciertamente de una suposición común, pero para que una critica de la noviolencia tenga la solidez suficiente, esa suposición necesita ser justificada y los contraejemplos deben ser tenidos en cuenta.

Gelderloos demuestra no tener casi ningún referencia de la tradición pragmática de la acción noviolenta. Representa erróneamente la acción noviolenta como algo consistente exclusivamente en protesta y persuasión, olvidando los métodos más coercitivos de no cooperación e intervención. Más aún, Gelderloos ignora un gran número de grandes luchas noviolentas, con éxito o sin éxito.

Una omisión central en la argumentación de Gelderloos es un debate sobre los límites de la diversidad de tácticas: no dice si algunos método deberían ser descartados. Casi todas las personas activistas estarán de acuerdo en que algunos métodos no deberían ser utilizados, ya sea el asesinato, las minas antipersona o las armas biológicas. Así que la cuestión está en dónde se dibuja la línea roja.

Las limitaciones de los argumentos de Gelderloos señalan algunas maneras en que el activismo noviolento podría mejorar la presentación de sus propios puntos de vista:

  • Cuestionar la suposición de que la violencia es siempre más efectiva que la noviolencia usando ejemplos sencillos, por ejempo de cuándo la violencia es contraproducente para el Estado o las protestas.
  • Revelar las dobles raseros en los debates sobre violencia y noviolencia, por ejemplo, señalando los fracasos de la violencia.
  • Familiarizarse más con los estudios de caso de campañas noviolentas.
  • Familiarizarse con las tradiciones pragmática y ética de la noviolencia, y la interacción entre principios y eficacia.

 

Agradecimientos

Gracias a Andy Chan, Howard Clark, Jørgen Johansen, Colin Salter, Maria Stephan, Ralph Summy, Tom Weber y Steve Wright por sus valiosos comentarios.

 

Notas y referencias

(1) Peter Gelderloos, Cómo la no violencia protege al Estado (Barcelona-Sabadell, Ediciones Anomía, 2010).

(2) Debate en Michael C. Stratford, “Can nonviolent defence be effective if the opponent is ruthless?: the Nazi case,” Social Alternatives, Vol. 6, No. 2, Abril 1987, pp. 49-57; Brian Martin, “The Nazis and nonviolence,” Social Alternatives, Vol. 6, No. 3, Agosto 1987, pp. 47-49; Jacques Semelin, Unarmed Against Hitler: Civilian Resistance in Europe 1939-1943 (Westport, CT: Praeger, 1993); Ralph Summy, “Nonviolence and the case of the extremely ruthless opponent,” Pacifica Review, Vol. 6, No. 1, Mayo-Junio 1994, pp. 1-29.

(3) Tamás Csapody y Thomas Weber, “Hungarian nonviolent resistance against Austria and its place in the history of nonviolence,” Peace & Change, Vol. 32, No. 4, Octubre 2007, pp. 499-519.

(4) El daño causado a la gente por los sistemas opresivos, como la explotación, la pobreza y las enfermedades prevenibles, se llama habitualmente “violencia estructural”.

(5) Algunas formas de sabotaje, por ejemplo, unos trabajadores dañando el equipamiento para interrumpir la producción, como en las industrias armamentísticas nazis, son consideradas como acción noviolenta. Otras, como destruir grandes presas, no lo son, sobre todo cuando el riesgo de herir a otras personas es significativo. Los desacuerdos y las disputas sobre el sabotaje son un rasgo recurrente de los debates sobre acción noviolenta.

(6) Judith Stiehm, “Nonviolence is two,” Sociological Inquiry, Vol. 38, Winter 1968, pp. 23-30.

(7) Gene Sharp, Gandhi as a Political Strategist (Boston: Porter Sargent, 1979).

(8) Gene Sharp, The Politics of Nonviolent Action (Boston: Porter Sargent, 1973), Part Two. Sobre la relación de Sharp con Gandhi, ver Thomas Weber, “Nonviolence is who? Gene Sharp and Gandhi,” Peace & Change, Vol. 28, Abril 2003, pp. 250-270.

(9) Sharp, Politics of Nonviolent Action, pp. 7-62; Gene Sharp, Social Power and Political Freedom (Boston: Porter Sargent, 1980), pp. 21-67, 309- 378.

(10) Sharp, Politics of Nonviolent Action, pp. 657-703.

(11) Ibid., pp. 777-799.

(12) Max Abrahms, “Why terrorism does not work,” International Security, Vol. 31, No. 2, Otoño 2006, pp. 42-78.

(13) Le doy las gracias a Jørgen Johansen por este punto.

(14) Kurt Schock, “Nonviolent action and its misconceptions: insights for social scientists,” PS: Political Science and Politics, Vol. 36, No. 4, Octubre 2003, pp. 705-712, enumera 18 concepciones erróneas comunes sobre la acción noviolenta. Gelderloos exhibe unas cuantas de ellas.

(15) George Lakey, Strategy for a Living Revolution (New York: Grossman, 1973). Sobre la revolución noviolenta ver también Bart de Ligt, The Conquest of Violence: An Essay on War and Revolution (London: George Routledge & Sons, 1937); Dave Dellinger, Revolutionary Nonviolence: Essays (Indianapolis: Bobbs-Merrill, 1970); Narayan Desai, Towards a Non-violent Revolution (Rajghat, Varanasi: Sarva Seva Sangh Prakashan, 1972); Geoffrey Ostergaard, Nonviolent Revolution in India (New Delhi: Gandhi Peace Foundation, 1985). Sobre puntos de vista anarquistas, ver Andy Chan, “Violence, nonviolence, and the concept of revolution in anarchist thought,” Anarchist Studies, Vol. 12, No. 2, 2004, pp. 103- 123.

(16) Sobre esto último, ver Peter Ackerman and Christopher Kruegler, Strategic Nonviolent Conflict: The Dynamics of People Power in the Twentieth Century (Westport, CT: Praeger, 1994); Robert L. Helvey, Sobre conflicto Estratégico Noviolento: Thinking about the Fundamentals (Boston: Albert Einstein Institution, 2004).

(17) Valerie Bunce and Sharon Wolchik, “Bringing down dictators: American democracy promotion and electoral revolutions in postcommunist Eurasia,” Mario Einaudi Center for International Studies, Cornell University, Working Paper 5-07, Julio 2007, p. 15: “Reducir las revoluciones electorales a las maquinaciones de EEUU, sin embargo, es un grave error.” Ver también Andrew Wilson, Ukraine’s Orange Revolution (New Haven, CT: Yale University Press, 2005), pp. 183-189. Gracias a Howard Clark por recomendar estas referencias.

(18) Howard Clark, Civil Resistance in Kosovo (London: Pluto, 2000).

(19) Patricia Parkman, Nonviolent Insurrection in El Salvador: The Fall of Maximiliano Hernández Martínez (Tucson: University of Arizona Press, 1988). Para otros casos, ver Peter Ackerman and Jack DuVall, A Force More Powerful: A Century of Nonviolent Conflict (New York: St. Martin’s Press, 2000); Ralph E. Crow, Philip Grant, and Saad E. Ibrahim (eds.), Arab Nonviolent Political Struggle in the Middle East (Boulder: Lynne Rienner, 1990); Philip McManus and Gerald Schlabach (eds.), Relentless Persistence: Nonviolent Action in Latin America (Philadelphia: New Society Press, 1991); Patricia Parkman, Insurrectionary Civic Strikes in Latin America 1931-1961 (Cambridge, MA: Albert Einstein Institution, 1990); Kurt Schock, Unarmed Insurrections: People Power Movements in Nondemocracies (Minneapolis, MN: University of Minnesota Press, 2005); Stephen Zunes, “Unarmed insurrections against authoritarian governments in the Third World: a new kind of revolution,” Third World Quarterly, Vol. 15, No. 3, 1994, pp. 403-426; Stephen Zunes, Lester R. Kurtz, and Sarah Beth Asher (eds.), Nonviolent Social Movements: A Geographical Perspective (Oxford: Blackwell, 1999).

(20) Katherine Chorley, Armies and the Art of Revolution (London: Faber & Faber, 1943).

(21) Gracias a Howard Clark por recalcar este punto.

(22) William A. Gamson, The Strategy of Social Protest (Homewood, IL: Dorsey Press, 1975), pp. 72-88. Gracias a Doug McAdam por recomendar esta referencia.

(23) Ibid., p. 82.

(24) Un argumento similar se puede encontrar en Frances Fox Piven and Richard A. Cloward, Poor People’s Movements: Why They Succeed, How They Fail (New York Vintage, 1979). See also Doug McAdam and Yang Su, “The war at home: antiwar protests and Congressional voting, 1965 to 1973,” American Sociological Review, Vol. 67, October 2002, pp. 696- 721.

(25) Adrian Karatnycky and Peter Ackerman, How Freedom is Won: From Civic Resistance to Durable Democracy (New York: Freedom House, 2005), pp. 6-8.

(26) Maria J. Stephan and Erica Chenoweth, “Why civil resistance works: the strategic logic of nonviolent political conflict,” International Security, Vol. 33, No. 1, Summer 2008, pp. 7-44.

(27) William T. Vollman, Rising Up and Rising Down, 7 volumes (San Francisco: McSweeney’s Books, 2003). Vollman formula comentarios despectivos sobre los puntos de vista de Gandhi. A pesar de ello, tampoco aborda la noviolencia pragmática ni compara sistemáticamente la noviolencia y violencia.

(28) Truda Gray and Brian Martin, “Defamation and the art of backfire,” Deakin Law Review, Vol. 11, No. 2, 2006, pp. 115-136.

(29) Aruna Gnanadason, Musimbi Kanyoro and Lucia Ann McSpadden (eds.), Women, Violence and Nonviolent Change (Geneva: WCC Publications, 1996); Pam McAllister, The River of Courage: Generations of Women’s Resistance and Action (Philadelphia: New Society Press, 1991).

(30) Ésta es la primera concepción errónea enumerada por Schock, “Nonviolent action and its misconceptions.”

(31) Sharp, Politics of Nonviolent Action, Part Two.

(32) Ver las referencias citadas anteriormente sobre el derrocamiento de regímenes.

(33) Ver la cita de Martin Oppenheimer en el texto a continuación.

(34) Carol Flinders, “Nonviolence: does gender matter?” PeacePower: Journal of Nonviolence & Conflict Resolution, Vol. 2, Issue 2, Verano 2006. Gelderloos (p. 95, nota 33) dice que Flinders elogió el “pacifismo innato de las ‘devotas esposas hindúes’” mientras que en realidad Flinders sólo refirió la conducta de las “devotas esposas hindúes” sin elogiarla o atribuirla a un pacifismo innato.

(35) Martha McCaughey, Real Knockouts: The Physical Feminism of Women’s Self-Defense (New York: New York University Press, 1997).

(36) Martin Oppenheimer, The Urban Guerrilla (Chicago: Quadrangle Books, 1969), pp. 50, 57 y 64. Subrayado en el original.

(37) Producir combatientes eficaces requiere un entrenamiento especial para romper la instintiva repugnacia a asesinar: ver Dave Grossman, On Killing: The Psychological Cost of Learning to Kill in War and Society (Boston: Little, Brown, 1995). Gelderloos no dice si aprueba esta clase de entrenamiento para activistas.

(38) International Revolutionary Solidarity Movement, First of May Group, Towards a Citizens’ Militia: Anarchist Alternatives to NATO and the Warsaw Pact (Over the Water, Sanday, Orkney: Cienfuegos Press, 1980).

(39) You Can’t Blow up a Social Relationship: The Anarchist Case against Terrorism (San Francisco: See Sharp Press, 1990).

(40) Por ejemplo, Anarchists Against the Wall es “un grupo de acción directa” de activistas de Israel que “trabaja en colaboración con gente palestina en una lucha conjunta noviolenta contra la ocupación”: http://www.awalls.org. Le agradezco a Maria Stephan este ejemplo.

(41) Andy Chan, “Anarchists, violence and social change: perspectives from today’s grassroots,” Anarchist Studies, Vol. 3, No. 1, Spring 1995, pp. 45-68.

(42) Murray Bookchin, Toward an Ecological Society (Montreal: Black Rose Books, 1980), p. 260.

(43) Benjamin Franks, Rebel Alliances: The Means and Ends of Contemporary British Anarchisms (Edinburgh: AK Press, 2006), pp. 139-152; Vernon Richards (ed.), Violence & Anarchism: A Polemic (London: Freedom Press, 1993).

(44) Geoffrey Ostergaard and Melville Curle, The Gentle Anarchists: A Study of the Leaders of the Sarvodaya Movement for Non-violent Revolution in India (Oxford: Clarendon Press, 1971).

(45) Colin Ward, Anarchy in Action (London: George Allen and Unwin, 1973).

(46) Le debo esta metáfora a Val Plumwood y Richard Sylvan.

(47) Brian Martin, “Eliminating state crime by abolishing the state” in Jeffrey Ian Ross (ed.), Controlling State Crime: An Introduction (New York: Garland, 1995), pp. 389-417, at pp. 400-401.

(48) El enfoque de Gandhi ha sido criticado desde una serie de perspectivas: Thomas Weber, “Gandhian nonviolence and its critics,” Gandhi Marg, Vol. 28, No. 3, October-December 2006, pp. 269-283.

(49) El libro de Howard Ryan Critique of Nonviolent Politics: From Mahatma Gandhi to the Anti-Nuclear Movement — una benévola crítica que ataca los textos sobre noviolencia de una manera informada — ya no está disponible online. Para una revisión detallada, ver Brian Martin, “Critique of violent rationales,” Pacifica Review, Vol. 9, No. 1, 1997, pp. 83-91.

(50) Ward Churchill, Pacifism as Pathology: Reflections on the Role of Armed Struggle in North America (Edinburgh: AK Press, 2007). El análisis de Churchill contiene muchas de las mismas ideas falsas, omisiones y dobles vara de medir que el de Gelderloos.

(51) Nonviolence and Its Violent Consequences (Gualala, CA: III Publishing, 2000), de William Meyers, muestra poco conocimiento de los textos sobre noviolencia. Steven Best and Anthony J. Nocella II (eds.), Terrorists or Freedom Fighters: Reflections on the Liberation of Animals (New York: Lantern Books, 2004) cuenta con muchas aportaciones que hablan de noviolencia pero casi ningún reconocimiento de la noviolencia pragmática.


* Brian Martin es investigador social en la Faculty of Arts School of Humanities and Social Inquiry de la Universidad de Wollongong, Australia. Su tema de investigación es la supresión del disenso. Entre sus publicaciones se encuentran libros como Non-violence Unbound, Backfire Manual, Whistleblowing: A Practical Guide, y The Controversy Manual.

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