Declaración de la UNESCO sobre el carácter no innato de la guerra y la violencia

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Es científicamente falso que estemos predeterminados para la violencia y la guerra

Declaración de la UNESCO sobre la violencia en el Año Internacional de la Paz (1986)

ES CIENTÍFICAMENTE INCORRECTO:

«…Que hayamos heredado la tendencia a hacer la guerra».

«…Que el comportamiento violento se encuentra genéticamente programado en la naturaleza humana».

«…Que la guerra tiene su origen en el instinto o en cualquier otra motivación simple».

 

En la creencia de que es nuestra responsabi­lidad manifestarnos desde nuestras disciplinas sobre las más peligrosas y destructivas activida­des de la especie, violencia y guerra; reconocien­do que la ciencia es un producto cultural huma­no que no puede ser definitivo ni abarcarlo todo; y agradeciendo el apoyo a las autoridades sevi­llanas y de los representantes de la Comisión Es­pañola de la UNESCO; nosotros, los abajo firman­tes, científicos de todo el mundo y especialistas de ciencias relevantes, nos hemos reunido y lle­gado a la siguiente Declaración sobre la Violen­cia. En ella ponemos en tela de juicio cierto número de pretendidos hallazgos biológicos em­pleados, incluso, por algunos en nuestras disci­plinas, para justificar la violencia y la guerra. Dado que estos supuestos hallazgos han contribuido a una atmósfera de pesimismo en nuestros días, proponemos que este rechazo abierto y medita­do de tales errores contribuya significativamen­te al Año Internacional de la Paz.

El uso incorrecto de teorías científicas y datos como justificación de la violencia y de la guerra, no es nuevo, pero tiene lugar desde el adveni­miento de la ciencia moderna. Por ejemplo, la teoría de la evolución se ha empleado para justifi­car no sólo la guerra, sino también el genocidio, el colonialismo y la supresión de los más débiles.

Formulamos nuestra proposición en forma de cinco propuestas. Somos conscientes de que existen otros muchos temas sobre la violencia y la guerra a los que podría aplicarse fructíferamen­te el punto de vista de nuestras disciplinas, pero nos limitamos aquí a lo que consideramos como el paso primero y más importante.

ES CIENTÍFICAMENTE INCORRECTO decir que hemos heredado de nuestros antepasados animales, la tendencia a hacer la guerra. Aunque las luchas son frecuentes en todas las especies animales, pocos casos de destrucción entre es­pecies de grupos organizados son conocidos y, ninguno incluye el uso de instrumentos prepara­dos como armas. El que los depredadores se ali­menten normalmente de otras especias no pue­de ser equiparado a la violencia en las especies. La guerra es un fenómeno humano peculiar y no sucede entre los demás animales.

El hecho de que la guerra haya cambiado tan radicalmente con el correr del tiempo, indica que es un producto de la cultura. Su conexión bioló­gica tiene lugar, esencialmente, a través del len­guaje, que posibilita la coordinación de los gru­pos, la transmisión de la tecnología y el uso de herramientas. La guerra es biológicamente po­sible, pero no inevitable, como evidencian sus va­riaciones en el tiempo y en el espacio. Existen cul­turas que no han entablado guerras durante cien­tos de años y existen otras que han entablado lu­chas frecuentes en unas épocas y no en otras.

ES CIENTÍFICAMENTE INCORRECTO decir que la guerra o cualquier otro comportamiento violento se encuentran genéticamente programa­dos en nuestra naturaleza humana. Mientras que los genes afectan a todos los niveles de la fun­ción del sistema nervioso, proporcionan un po­tencial de desarrollo que sólo puede ser actuali­zado conjuntamente por el medio ambiente eco­lógico y social. Mientras que en el individuo va­ría su predisposición a ser afectado por su expe­riencia, es la interacción entre su don genético y las condiciones de crianza la que determinan su personalidad. Excepto en los casos de raras patologías, los genes no producen individuos ne­cesariamente predispuestos a la violencia. Tam­poco determinan lo contrario. Aunque los genes están implicados entre sí para establecer nues­tras capacidades de comportamiento, no deter­minan los resultados por sí mismos.

ES CIENTÍFICAMENTE INCORRECTO decir que en el curso de la evolución humana ha habi­do una selección de comportamiento agresivo en mayor medida que otros comportamientos. En to­das las especies bien estudiadas, el status den­tro del grupo se consigue con la aptitud para coo­perar y cumplir funciones sociales relevantes pa­ra la estructura de dicho grupo.

El «predominio» implica vínculos sociales y afi­liaciones; no es simplemente un asunto de po­sesión y uso de mayor fuerza física, aunque im­plica comportamientos agresivos. Allí donde la selección genética para un comportamiento agre­sivo se ha impuesto artificialmente en los anima­les, rápidamente ha producido individuos hiperagresivos; esto indica que la agresión no fue se­leccionada al máximo en condiciones naturales. Cuando tales animales hiperagresivos, creados experimentalmente, se encuentran en un grupo social, o bien trastornan su estructura social o bien son arrojados fuera del mismo. La violencia no está en nuestro legado evolutivo ni en nues­tros genes.

ES CIENTÍFICAMENTE INCORRECTO decir que los humanos posean un «cerebro violento». Mientras que tenemos el sistema nervioso capaz de actuar violentamente, éste no es automática­mente activado por estímulos externos o internos. Como los primates superiores, pero a diferencia de otros animales, nuestros procesos nerviosos superiores, filtran tales estímulos antes de que sean realizados. No existe nada en nuestra neurofisiología que nos obligue a reaccionar violen­tamente.

ES CIENTÍFICAMENTE INCORRECTO decir que la guerra tiene su origen en el «instinto» o en cualquier otra motivación simple. La aparición de la guerra moderna ha supuesto un recorrido a partir de la primacía de factores emocionales y motivacionales -a veces llamados «instintos»- hasta la primacía de los factores cognoscitivos. La guerra moderna implica el uso institucional de características personales, tales como obedien­cia, sugestibilidad o idealismo, técnicas sociales como el lenguaje, y consideraciones racionales como cálculos de costo, planificación y proceso de información. La tecnología de la guerra mo­derna ha exagerado rasgos asociados con la vio­lencia, tanto en la formación de combatientes como en la preparación del apoyo a la guerra en­tre la población en general. Como resultado de esta exageración, tales características, con fre­cuencia se interpretan como causas y no como consecuencias del proceso.

Concluimos diciendo que la biología no con­dena a la humanidad a la guerra, y que la humani­dad puede liberarse de la esclavitud del pesimis­mo biológico y equiparse con la confianza ahora necesaria para realizar las tareas de transforma­ción necesarias en esta Año Internacional de la Paz y en los años venideros. Aunque estas tareas son principalmente Institucionales y colectivas, también se basan en la conciencia de los parti­cipantes individuales, para los que pesimismo y optimismo son factores esenciales. Así como las guerras nacen en la mente de los hombres, la paz comienza también en nuestras mentes. La misma especie que inventó la guerra es capaz de inventar la paz. La responsabilidad es de ca­da uno de nosotros.

Sevilla, 16 de mayo de 1986

Firmado:

DAVID ADAMS, Psicología, Wesleyan University, Middletown (CT), EU. S.A. Barnett, Etología, The Australian National University, Canberra, Australia.

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Original inglés. Traducción de la Comisión Española.


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