Las protestas de Al Aqsa demuestran que la noviolencia palestina ya está aquí
Issa Amro, Publicado originalmente en Forward el 27 de julio de 2017
Mi sueño siempre ha sido ver a mi gente formando un movimiento masivo de resistencia noviolenta.
He pasado la mayor parte de mi vida adulta haciendo este llamamiento a mis conciudadanos palestinos y construyendo las relaciones que necesitamos con los organismos internacionales que nos pueden ayudar. Y casi por primera vez en mi vida, estoy viendo los frutos de mi labor. Desde julio, he visto a mis compatriotas palestinos tener la fuerza y la voluntad de emplear la resistencia noviolenta como la manera más rápida y también la única de terminar con la ocupación. Es el éxito de la resistencia noviolenta, y su propagación por toda la sociedad palestina, de la que habéis sido testigos durante las últimas semanas.
Desde que Israel instaló detectores de metales y cámaras de seguridad de alta tecnología en la mezquita de Al Aqsa, nos hemos negado a entrar. En cambio, nos hemos arrodillado en las calles, llevando a cabo nuestras oraciones fuera de la mezquita. Al hacerlo, estábamos llevando a cabo un acto de protesta pacífica contra el cambio en las condiciones de acceso al sitio religioso más importante de nuestra tierra.
Nuestras oraciones en la calle, en medio de la fuerza y violencia masivas empleadas por el ejército israelí, no son sólo prácticas religiosas. Son desobediencia civil, una muestra de fuerza noviolenta. Representan una negativa a cooperar con un sistema que subyuga, oprime y controla todos los aspectos de nuestras vidas. Mientras que Israel ha afirmado que los cambios en al-Aqsa son para la seguridad, en realidad no son más que una excusa para deshumanizarnos, para retrasar nuestras vidas y nuestro culto, y para tomar más tierra.
En Hebrón, donde vivo, tenemos detectores de metales por todas partes, cambios en las condiciones de acceso y un robo de tierras en curso. La ocupación y el robo de tierras han alcanzado proporciones exageradas en Hebrón durante los últimos años. Se han instalado detectores de metales a la entrada de la mezquita de Ibrahimi, las calles se han dividido para que un lado sea para los judíos y el otro para los palestinos, los puestos de control se han fortificado para parecer cárceles de máxima seguridad y se han construido nuevos puestos de control. La semana pasada, los colonos invadieron un hogar palestino mientras los soldados estaban de pie y observaban.
Pasar a través de los detectores de metal que se han instalado en la entrada de la mezquita de Ibrahimi es una experiencia degradante. Al igual que en otros puntos de control y barreras de movimiento de la ocupación, los detectores de metales hacen que las personas pierdan el tiempo. Nos vemos obligados a abrir nuestras maletas, quitarnos los cinturones y los zapatos, levantar nuestras camisas, y soportar aún mayores grados de desnudo. Los retrasos y el nerviosismo que esto crea han hecho que muchos creyentes en Hebrón usen menos la mezquita más sagrada en nuestra ciudad.
Que haya menos creyentes en la mezquita de Ibrahimi y en las mezquitas de Al-Aqsa es exactamente lo que quiere de la ocupación. Reducir el número de fieles prepara el camino para la toma de tierras en estos lugares, y los colonos y extremistas de derecha han estado tratando durante décadas en ambos lugares de confiscar nuestros lugares sagrados.
Creo que la noviolencia es nuestra mejor defensa contra la ocupación y las ocupaciones que enfrentamos cada día, ya sea en Jerusalén, Hebrón, Nablus o en cualquier otro lugar. Es nuestra mejor defensa contra los asaltos a nuestros derechos humanos básicos, incluyendo nuestro derecho a orar. Y lo que ha pasado esta semana pasada demuestra que mi creencia se está extendiendo por toda la sociedad palestina.
Lo que presenciasteis esta semana, cuando Israel retiró los detectores de metales, fue nada menos que el triunfo de la noviolencia sobre la ocupación. Y si bien es cierto que algunos individuos llevaron a cabo actos violentos contra dos policías drusos y tres colonos israelíes, éstas son acciones individuales, mientras que la cara de esta revolución ha sido el rostro de muchos palestinos comprometidos con la noviolencia.
Debemos alentar la resistencia noviolenta a toda costa y desalentar cualquier acto de violencia, y a su vez, los medios de comunicación deben dirigir su atención hacia nuestra victoria noviolenta (ignorada). Nuestra revolucionaria resistencia noviolenta en al-Aqsa (sólo los números y el compromiso de las protestas en al-Aqsa hacen que el movimiento sea digno de ese nombre) contra los detectores de metales y las cámaras es monumental. Pero es sólo la primera etapa. Debemos aprovechar sobre el impulso que hemos conseguido. Debemos organizarnos y crecer. Mientras nos reunimos en protesta pacífica en al-Aqsa, debemos mover estas protestas de oración al Muro Occidental, a los asentamientos de Bet El y Kiryat Arba, a los tribunales militares y a los autobuses y caminos judíos.
Como dijo Henry David Thoreau, «el disenso sin desobediencia civil es consentimiento». Nuestras negativas a aceptar los cambios en al-Aqsa han sido un ejercicio masivo de desobediencia civil y hemos visto inmediatamente su poder. Porque igual que hemos visto como los detectores de metales han sido eliminados, pronto veremos las cámaras de alta tecnología eliminadas también.
También veremos que Israel se hunde más y más, provocando más violencia, cerrando más caminos y llevando a cabo más incursiones en hospitales. Pero al igual que la violencia estatal en los momentos cruciales de la lucha de Sudáfrica para poner fin al apartheid y la lucha en EE.UU. para poner fin a la segregación, esas acciones son señales de que estamos ganando y deben inspirarnos a continuar nuestro avance noviolento. Aunque nuestra victoria, incluso a través de la noviolencia, no será sin sacrificio, tengamos en cuenta que vale la pena y que estamos cada vez más cerca de nuestros objetivos.
Que nuestras oraciones fuera de Al-Aqsa sean el primer paso en que logremos nuestra libertad, dignidad, igualdad y derechos humanos.
* Issa Amro es un defensor de los derechos humanos que vive en Hebrón. Actualmente se encuentra pendiente de varios juicios militares ante Tribunales israelíes por llevar a cabo acciones noviolentas contra la ocupación.