Descolonizando la llamada «liberación queer» de Siria

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Descolonizando la llamada «liberación queer» de Siria

Sobre la nueva brigada internacional LGBTQI de Rojava, la «guerra contra el terror» y el ocultamiento de las luchas locales por parte de la izquierda occidental.

El 24 de julio, el IRPGF anunció la formación de un nuevo subgrupo queer dentro de sus filas [IRPGF]

Razan Ghazzawi es investigadora y activista palestino-siria.
Publicado en Al-Jazeera

El 24 de julio, las Fuerzas Guerrilleras Populares Revolucionarias Internacionales  (IRPGF), un grupo de combatientes y voluntarios internacionales que luchaban junto a las Unidades de Protección del Pueblo Kurdo (YPG), anunciaron en su página de Twitter la creación de un «subgrupo formado por personas LGBTQI y otras que buscan aplastar el binarismo de género«.

El grupo, llamado TQILA, se unió a la lucha contra el Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIL) en Siria. El anuncio de Twitter pronto fue recogido por algunos medios de comunicación occidentales en medio de jubilosas reacciones de izquierdistas, progresistas y celebridades gay en sus cuentas de redes sociales.

El 25 de julio, Mustafa Bali, director de relaciones con los medios de comunicación de las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF -que incluye a las YPG en sus filas), negó la «formación de tal batallón dentro del marco» de las SDF. Al día siguiente, el portavoz del IRPGF, Heval Rojhilat, dijo a Newsweek que las SDF no sabían nada de que se haría ese anuncio y que el IRPGF no necesita el «permiso de las SDF para eso, ya que está dentro de nuestra propia organización autónoma«.

Las respuestas y reacciones a este anuncio fueron variadas. Algunas personas dudaron de la autenticidad del grupo y preguntaron si la historia era simplemente otro relato de exotismo orientalista fabricado por los medios occidentales. Otras cuestionaron la eficiencia del grupo como combatientes «apropiados». Algunas incluso se preguntaban si era un astuto intento por parte de las YPG de obtener cobertura favorable en los medios de comunicación occidentales. Y muchas personas izquierdistas y progresistas occidentales celebraron la noticia como «la venganza queer contra ISIL«.

Sin embargo, lo que hasta ahora ha faltado en el debate es cómo este anuncio, su discurso y la lógica detrás de él sitúan la «violencia» y la «guerra contra el terror» como método «revolucionario» para lograr la justicia social universal en las líneas del frente sirias.

Vemos, según las declaraciones fundacionales de TQILA y de su grupo paraguas, el IRPGF, que sus causas, el «anarquismo», «romper el binarismo de género» y la «revolución sexual», están relacionadas con la narrativa hegemónica más vendida del siglo XXI: la «guerra contra el terror».

¿Queers liberadores o queers imperiales?

Mucha literatura feminista decolonial y queer se ha escrito sobre el proyecto imperial de la «guerra contra el terror» y su blanquitud, su propagación de «narrativas de rescate» hacia las mujeres musulmanas, su destrucción de los hogares y recursos de las comunidades locales en el sur global y su «misión civilizadora» para traer «democracia» y «derechos humanos» a estas comunidades -y ahora «aplastar el binarismo de género» y la «queerphobia» contra estas personas.

Las personas activistas de base y organizadoras comunitarias de Oriente Medio saben muy bien que la narrativa de la «guerra contra el terror» no es una herramienta exclusiva del Estado blanco occidental. También se ha convertido en la herramienta de los estados autodenominados “antiimperialistas”, grupos de resistencia y regímenes autoritarios en su represión contra la disidencia, los levantamientos populares y los derechos de las minorías. Bajo el pretexto de participar en la llamada «guerra contra el terror», estos regímenes y grupos invaden, bombardean, torturan, encarcelan y expulsan a las comunidades civiles locales con el alegre respaldo de la izquierda progresista internacional.

En este sentido, el académico activista sirio Fadi Saleh me dijo:

«El motivo que puedan tener los ’anarquistas’ para ir a un país devastado por la guerra y el caos desde hace años y decir que quieren difundir el anarquismo, es algo que no se me alcanza. No sólo es ridículo, sino también poco ético y arrogante, porque en un país que ha estado luchando por algo parecido a estabilidad, paz y comunidad durante años, su misión es aborrecible como poco.

Esta obsesión global con Daesh [ISIL] y los homosexuales es otra figura retórica agotada que este y otros grupos tienen que abandonar y construir sus agendas políticas. Daesh ha atacado invariable e indiscriminadamente a todo tipo de poblaciones, eso antes que nada. En segundo lugar, reducir la violencia sexual y de género a Daesh no sólo convierte en irrelevante toda la violencia que las otras partes militares cometieron y continúan cometiendo contra las minorías sexuales y de género, sino que confiere una perversa sensación de legitimidad a TQILA: si combates contra Daesh, tu política y tu ser entero como unidad se vuelven incuestionables, esencialmente bueno y probablemente más allá de toda crítica. Aún así quiero saber quiénes son estas personas si continúan hablando en mi nombre. Quiero ser capaz de pedirles responsabilidades si cometen errores».

TQILA nos dice que se formó para luchar contra «la autoridad, el patriarcado y la heteronormatividad opresiva, la queer/homofobia y la transfobia» y explica cómo «las imágenes de hombres homosexuales arrojados al vacío y apedreados hasta la muerte» por ISIL fueron algo que «no pudieron contemplar sin hacer nada«. Su grupo paraguas, el IRPGF, nos dice que su papel es «ser una fuerza armada capaz de defender revoluciones sociales liberatorias en todo el mundo, al tiempo que ser una fuerza capaz de insurrección y lucha contra todas las formas kiriarcales de poder dondequiera que existan … [y] para luchar junto a otros grupos armados en solidaridad con los oprimidos, explotados y los que se enfrentan a la aniquilación«.

Este romántico esbozo de sendero revolucionario hacia la utopía en el interior de un conflicto que ha sido denominado «el peor desastre causado por el ser humano desde la Segunda Guerra Mundial«, donde casi medio millón de personas han sido asesinadas y la mitad de la población está desplazada, vuelve invisibles a otros perpetradores del sufrimiento del pueblo sirio.

Al poner la «guerra contra el terror» como contexto para tal narrativa «emancipadora» y «de laboratorio», el IRPGF y TQILA terminan proporcionando una bonita coartada para el silenciamiento de las luchas inclusivas de las comunidades locales, incluyendo las que ellos afirman rescatar.

Las construcciones etno-orientalistas de Rojava

La administración de Rojava en el norte de Siria, fundada por el Partido de la Unión Democrática (PYD) -el brazo político del YPG- en 2013, ha sido retratada como un éxito de la «lucha contra las fronteras y por la autonomía» por los medios internacionales y autodenominados izquierdistas y progresistas.

Otros aplauden a «los kurdos» -un sinónimo común usado por los izquierdistas para referirse al PYD- como «la mayor esperanza para la política de izquierdas en la región«. El PYD también se presenta como un gran campeón de la «igualdad de género» como resultado de su inclusión de mujeres en sus fuerzas armadas.

Sin embargo, el PYD, al igual que el resto de las partes militares en conflicto en la región, comete violaciones de derechos humanos, ataca a sus disidentes, incluyendo a manifestantes pacíficos, y desplaza forzosamente a civiles árabes y turcomanos -y algunos kurdos- de sus aldeas .

Como resultado de la fascinación etno-orientalista izquierdista occidental con el modelo militarista «feminista» kurdo en Rojava, que supuestamente conduce a la «emancipación de la mujer», el feminismo y los movimientos más amplios por la justicia social reemplazan y silencian las luchas de las comunidades locales, incluidas las luchas de las mujeres y los queers.

De hecho, el PYD ha sido criticado en repetidas ocasiones por la población kurdo-siria que vive bajo el gobierno de Rojava, incluidas activistas, miembros de la oposición política, periodistas, grupos de la sociedad civil, mujeres y queers.

Por ejemplo, una transexual queer kurda siria, Ziya Gorani, que vivió bajo el gobierno de Rojava, tiene una percepción diferente de Rojava que la izquierda internacional y TQILA. Ella me dijo:

«Estoy enfadada por la imagen que el PYD está tratando de vender al mundo exterior. Dicen que son ‘anarquistas’ que han adoptado el feminismo y ahora están siendo aplaudidos por la inclusión de personas LGBTQ, pero al mismo tiempo no hacen nada para dar protección a los grupos marginalizados. Sólo porque no existan leyes contra las personas LGTBQ en Rojava no quiere decir que haya derechos. Ha habido casos de discriminación contra la gente LGTBQ, y los del PYD miraron sin hacer nada al respecto, porque les da lo mismo: no es una de sus prioridades. Como persona LGBTQ en Rojava tienes dos opciones: O salir del armario y que te maten, o vivir una vida con miedo a ser descubierta.

Me atacaron por estas opiniones y me acusaron de apoyar a grupos rivales. Como mujer queer, sé positivamente que no puedo volver a Rojava sin ser atacada, y sé que no hay protección para mí allí. Por lo tanto, ciertamente no estoy defendiendo a nadie en esta guerra. Como mujer queer siria kurda, tengo derecho a criticar al PYD sin ser acusada de defender a otras partes. El mundo tiene que dejar de ver a Rojava como una utopía.

No sabemos quiénes son los miembros de este subgrupo [TQILA], no sabemos si son los propios kurdos, o son sirios. Son un grupo de combatientes internacionales con el YPG, tratando de vender la imagen de que la gente LGTBQ puede pasear por las calles de Rojava sin ser discriminada: eso es mentira. No es así como están las cosas en Rojava».

Nada de lo que dijo Gorani ha encontrado eco entre la izquierda internacional que aplaude la formación de TQILA.

La misión de liberación militarizada emprendida por este grupo de autodenominados anarquistas para salvar a los queers sirios de «odios y ataques religiosos» no sólo recuerda a los legados imperiales y coloniales en la región, sino también en el contexto sirio, oculta las formas en que la «guerra contra el terror» ha proporcionado al estado autoritario sirio una plataforma legal para eliminar sistemáticamente el levantamiento popular de 2011, simplemente presentándose como un estado «secular», «antiimperialista» y «panarabista», con el apoyo de la izquierda global,

Gracias a la narrativa de la «guerra contra el terror», el «secular» y «soberano» Bashar al-Assad asesinó legalmente a manifestantes pacíficos, activistas de medios de comunicación y trabajadores humanitarios, asedió a poblaciones civiles y construyó «campos de exterminio «.

La predominancia de dicotomías como «terroristas» contra «seculares», o «kurdos» contra «árabes sunitas», «anarquistas queer» contra «terroristas islámicos» y «izquierdistas internacionales» contra «terroristas internacionales» en las narrativas sobre la guerra de Siria pone a la vista cómo la guerra contra las comunidades locales en Siria se ha perpetuado mediante las reivindicaciones de modernidad y superioridad civilizatoria.

Sugerir que las «revoluciones de género y sexual» se están logrando uniéndose a un partido autoritario que participa en la «guerra contra el terror» imperial no sólo funciona como un discurso ocultador de otras luchas, sino también como reescritura colonial de lo que es la lucha en Siria. La lucha es, y ha sido siempre, según estos combatientes internacionales y sus partidarios izquierdistas, una guerra contra ISIL. Las poblaciones de Siria, sin embargo, han estado diciendo que su lucha es por la autodeterminación, y sólo pueden lograr este objetivo derrocando a Assad, los takfiris y los señores de la guerra mediante el fortalecimiento de la organización comunitaria de base.

 

Razan Ghazzawi es investigadora y activista palestina siria. Participó en las protestas como activista de base en el levantamiento de 2011. Fue detenida dos veces por el Estado sirio y se vio obligada a salir clandestinamente del país bajo amenazas de una tercera detención. En 2013, Ghazzawi volvió a Siria para vivir en Kafranbel, una ciudad en el norte de Siria que no estaba bajo el control del régimen. Ahora está en el primer año de su tesis doctoral en la Universidad de Sussex. Su tesis se centra en las intersecciones entre la sexualidad, la violencia excepcional y la soberanía del estado sirio.