Mujeres sirias protestan contra las prácticas opresivas de grupos armados extremistas en la ciudad de Idlib. (WNV / Shadi Zidani)
Julia Taleb, 23 de mayo de 2017
Publicado originalmente en inglés en Waging Nonviolence. Traducción: antimilitaristes-moc
Los ataques aéreos estadounidenses en respuesta al ataque con armas químicas en la provincia de Idlib provocaron el mes pasado un llamamiento por parte de la oposición siria a una mayor fuerza militar exterior contra el régimen de Assad. Sin embargo, en un país agotado por la lucha armada y la presencia de grupos extremistas, las iniciativas civiles locales han demostrado ser más eficaces en la construcción de la paz que el aumento de la participación militar. En la ciudad de Idlib, los ciudadanos comunes y corrientes han demostrado que son capaces de administrar sus asuntos civiles, aliviar el sufrimiento a nivel local y hacer retroceder el extremismo por sí mismos.
El 3 de marzo de 2015, un grupo paraguas de facciones armadas islámicas llamado Jeish al-Fateh expulsó al gobierno sirio de la ciudad de Idlib, provocando una lucha constante por parte de ciudadanos y grupos de resistencia civil para hacerse con el control de la administración de la ciudad. Después de tomar el control de la ciudad, Jeish al-Fateh -que incluye a Jabhat Fateh al-Sham, formalmente conocido como Frente al-Nusra, un grupo afiliado a Al Qaeda- formó un Consejo Shura para gestionar los asuntos militares y civiles de la ciudad. El grupo armado nombró a sus miembros y leales para administrar la ciudad sin prestar atención a cualificaciones o usar procedimientos de selección adecuados. Se impuso un estado de represión y hubo continuas violaciones de los derechos humanos y las libertades fundamentales bajo el pretexto de aplicar la ley islámica Sharia.
Esto llevó a activistas y organizaciones civiles a enfrentarse directamente con el grupo armado, que asumió la administración de todos los servicios públicos, incluyendo educación, salud, seguridad y justicia. En respuesta, los residentes y los grupos de resistencia civil han estado trabajando para establecer un consejo local de civiles cualificados para evitar que las facciones militares interfieran en asuntos civiles y proteger los derechos y la libertad de la población.
Los residentes de la ciudad de Idlib muestran su apoyo al consejo local y al pueblo de Khan Shaykhoun en abril de 2017. (WNV / Shadi Zidani)
«Queríamos mostrar nuestro compromiso con nuestro objetivo inicial de rebelarnos contra todo tipo de corrupción e injusticia», dijo Sakhr Baath, abogado y miembro del Grupo de Jóvenes de Idlib, formado por activistas en las primeras etapas de la sublevación siria en 2011 para espolear a los ciudadanos contra el régimen y ahora contra las prácticas inhumanas de la cúpula de Jeish al-Fateh. El grupo también inició proyectos humanitarios y de socorro, incluyendo la rehabilitación de escuelas y la formación de equipos de voluntarios para dirigir el tráfico y las multitudes. «Estas actividades ayudaron a [las organizaciones civiles] a obtener una gran reputación y el apoyo de la comunidad«, agregó Baath.
La ciudad de Idlib fue una de las primeras ciudades que comenzó a mostrar resistencia civil abierta y organizada después del levantamiento, incluso en presencia del gobierno. Los profesionales de la ciudad establecieron la Oposición Nacional para los Intelectuales de Idlib en agosto de 2011 para encontrar soluciones a las divisiones sectarias que asolaban la sociedad siria. Según Baath, el grupo solía organizar reuniones e invitar a figuras gubernamentales y simpatizantes a exponer sus opiniones a la comunidad. En ese momento, los activistas -con el apoyo de los expatriados sirios- empezaron a autogestionar áreas fuera del control del gobierno, prestar asistencia humanitaria, vigilar la ciudad durante la noche y controlar el tráfico.
Establecido seis meses después de que Jeish al-Fateh tomara el control de la ciudad, Al-Idlibi House se convirtió en la organización civil más grande de Idlib, con más de 400 activistas y miembros. Se reunían todos los jueves para discutir los asuntos de la ciudad y decidir las mejores tácticas para presionar a las facciones armadas para que entreguen la administración civil a la comunidad. Organizaron campañas en los medios de comunicación, demostraciones públicas y sentadas para exigir derechos civiles y expresar su oposición al control de la ciudad por parte de los grupos extremistas.
«Hemos establecido Al-Idlibi House para unir las voces de la gente y tener una entidad para poder negociar con el Consejo Shura en nombre de la comunidad«, dijo Abd al-Latif Rahabi, jefe de la administración de Al-Idlibi House.
Las fuerzas de seguridad de Jeish al-Fateh trabajaron duro para dispersar las manifestaciones y dañar su reputación llamándolas “seculares” o “anti-islam”. «Sin embargo, como el número de manifestantes aumentó y llegó a las principales plazas de la ciudad«, explicó Baath, «les era imposible controlar la frustración pública o ignorar sus demandas«.
En una manifestación en la ciudad de Idlib en febrero de 2017, un manifestante lleva un cartel que dice: «La revolución es una revolución popular, no una revolución de facciones armadas». (WNV / Shadi Zidani)
Las mujeres también eran activas en esta lucha y establecieron muchos grupos y organizaciones humanitarias, incluyendo Women Fingerprints, Glimmer of Hope, y Association of Educated Women. Estas organizaciones aumentaron la concienciación sobre el papel de la mujer en la construcción de la sociedad y proporcionaron cursos educativos y profesionales. También establecieron orfanatos y centros de atención para personas con necesidades especiales e iniciaron proyectos de costura y producción de alimentos caseros para mujeres que no podían salir de sus hogares.
Las mujeres también desafiaron a las predicadoras reclutadas por facciones armadas para imponer la estricta ley Sharia, que prohíbe a las mujeres salir fuera de casa sin los hombres o mostrar sus caras. «El año pasado, cuando una predicadora acosó a mi primo por usar maquillaje y no cubrirse la cara, más de 200 hombres se reunieron en menos de 20 minutos y comenzaron a protestar contra la opresión de los facciones armadas«, dijo Shadi Zidani, miembro del Consejo Local de Idlib. «La reiteración de incidentes como éste y la resistencia de las mujeres siempre han desencadenado manifestaciones y para finales del año pasado, pudimos expulsar a todas las predicadoras de la comunidad«.
Las predicadoras también estaban llegando hasta las mujeres pobres y vulnerables para convencerlas de cumplir con la ley Sharia. «Hemos formado grupos voluntarios de psicólogas y sociólogos para visitar a mujeres vulnerables y aumentar su conciencia de los derechos y libertades fundamentales para contrarrestar las opiniones de los extremistas«, dijo Zidani.
Los esfuerzos civiles locales persistieron durante aproximadamente un año y medio, utilizando todos los medios y tácticas posibles. En agosto de 2016, Al-Idlibi House, con el apoyo de otras organizaciones civiles, formó un comité para representar a la comunidad en su negociación con Jeish al-Fateh. «Con nuestra presión continua, ellos [Jeish al-Fateh] tuvieron que ceder ante la demanda del público para que eligieran un consejo local«.
Según Rahabi, la comisión de Al-Idlibi House nombró a un grupo de abogados y jueces para establecer reglas y normativas para administrar el proceso electoral, proteger el derecho de los votantes a elegir libremente a sus representantes y asegurar el derecho de los candidatos a monitorear las elecciones. Al-Idlibi House, con el apoyo de los miembros de la comunidad, estableció y equipó un centro electoral con urnas y salas privadas para aquellos que desean votar en secreto. El 17 de enero, alrededor de 900 personas votaron, incluidas 43 mujeres. Ochenta y cuatro personas fueron nominadas para 25 plazas en el Consejo. Todas las etapas del proceso electoral el día de las elecciones fueron filmadas y documentadas por los medios de comunicación, activistas comunitarios y grupos de abogados y jueces para asegurar que el proceso fuera legítimo, dijo Zidani.
Los residentes votan en el centro electoral de Idlib City el 17 de enero de 2017. (WNV / Shadi Zidani)
Los organizadores de las actividades civiles se enfrentaron a muchos desafíos, como los ataques aéreos del régimen en la ciudad, los continuos combates entre las facciones armadas y las fuerzas del régimen y la presión de los islamistas que trataban de interferir y desacreditar su trabajo. «A pesar de todas las dificultades, continuamos con nuestras reuniones regulares, demostraciones, sentadas y campañas en los medios de comunicación hasta que obtuvimos lo que queríamos«, dijo Zidani.
Tres meses después de su creación, el ayuntamiento administra la mayoría de los servicios, incluyendo agua, electricidad, panaderías, defensa civil, bomberos y las concejalías de transporte, comunicaciones, agricultura y medio ambiente. Con sus vibrantes actividades, las organizaciones de mujeres participan en las actividades del consejo, expresando sus preocupaciones y sugiriendo soluciones.
La historia de la resistencia civil en Idlib no ha terminado. «Nuestro próximo objetivo es presionar a las facciones armadas para que abandonen los tribunales y los servicios de seguridad y los entreguen a las entidades civiles, junto con el resto de las direcciones, incluidos los registros civiles y privados de tierras«, dijo Rahabi. «Estamos trabajando en unir a todos los grupos y organizaciones locales bajo un solo cuerpo para hacer nuestra voz aún más fuerte«.
Si bien muchas organizaciones internacionales y donantes se niegan a trabajar en lugares bajo el control de facciones armadas islámicas, temiendo que los fondos puedan terminar en manos de extremistas, una de las tácticas más importantes para combatir el extremismo es apoyar a las organizaciones e iniciativas civiles. Como demuestran estos esfuerzos civiles, tales iniciativas son eficaces, y están trayendo cambios pacíficos y constructivos en sus comunidades.