Declaración de la IRG sobre noviolencia y lucha armada

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«La guerra es un crimen contra la humanidad. Por ello me comprometo a no colaborar con ninguna guerra y a luchar por la abolición de todas sus causas»

Ésta es la Declaración básica de la Internacional de Resistentes a la Guerra. Desde 1921 hemos promovido constantemente la resistencia a las guerras entre potencias imperialistas y a guerras mantenidas por potencias coloniales contra pueblos sometidos.

En determinados momentos, sin embargo, hemos estado profundamente divididas os en la cuestión de qué debemos responder cuando movimientos con los que simpatizamos toman las armas: por ejemplo en el estado español en los años 30 y más recientemente en lo que se ha llamado el «Tercer Mundo».

Esta declaración se centra en nuestros dilemas en relación con movimientos que han tomado las armas en defensa propia o para conseguir libertad y justicia. Se refiere principalmente a comunidades en lucha con el sólo propósito de sobrevivir, aunque muchas de las consideraciones pueden aplicarse en todas partes.

La Internacional de Resistentes a la Guerra está fundamentalmente comprometida en la transformación noviolenta de la sociedad. Esto implica reemplazar sistemas de dominación, opresión y dependencia con estructuras basadas en la participación, cooperación y satisfacción de todas os. Nuestro propósito principal es tanto resistir a la guerra cuando ésta estalle, como eliminar las causas de toda guerra. Teniendo en cuenta que nuestras situaciones son tan distintas, se requieren diferentes formas de acción local pero este es un compromiso global encauzado a la identificación y solidaridad con las gentes oprimidas.

Desde nuestro punto de vista, los movimientos de liberación son válidos mientras que fortalecen la autogestión y la autoorganización y reflejan las aspiraciones de las os excluidas os. Pueden contener a muchos grupos sociales y tendencias políticas distintas, pero dependen de la participación de las os que no tienen ningún poder.

La liberación que pretenden no puede tener como consecuencia la opresión de otras os, sino que debería respetar los derechos de todas os: somos demasiado conscientes de) peligro de que las os liberadores de hoy pueden convertirse en las os opresores de mañana. En países donde el pueblo ha sido abocado a la resistencia, la IRG y sus miembros se siguen concentrando en fortalecer los elementos noviolentos de las relaciones humanas.

Argumentamos que la noviolencia es una forma eficaz para la acción, en la que todas os podemos participar. Para nosotras os la filosofía de la noviolencia encarna las cualidades que deberían caracterizar la nueva sociedad que surge. Y puesto que los medios de lucha configuran los fines perseguidos, consideramos que la noviolencia es la esperanza del futuro.

Violencia y Dominación

Es evidente que existe la violencia. Hay muchas causas de conflicto dentro de una misma sociedad y entre distintas sociedades. Desde nuestro punto de vista, la simple existencia de una nación estado crea estructuras que probablemente llevarán a la guerra. En las luchas de liberación que discutimos vemos que la violencia esencial es la que reside en las relaciones de dominación que niegan a las gentes el control de sus vidas y les hacen vivir con miedo.

Vemos violencia en la intimidación personal y directa, especialmente contra mujeres y niños, y también violencia en la dominación política y económica.

La dominación política puede tomar la forma de estados poderosos que niegan los derechos de las sociedades militarmente débiles y de regímenes no democráticos que reprimen los movimientos populares o suprimen minorías dentro de un mismo país.

La dominación económica, por las sociedades materialmente ricas que mantienen a la mayoría de la población del mundo en la pobreza, convirtiendo a los países explotados en deudores y subyugando a pueblos enteros.

Cuando los movimientos populares de autodeterminación surgen, cualquier medio de derribarlos será considerado: desde la guerra de baja intensidad propaganda y sobornos, desestabilización económica y embargos comerciales, entrenamiento y equipamiento de fuerzas de poder contra los movimientos populares hasta la invasión militar directa y abierta.

En tales circunstancias, reconocemos que la presión induzca a las personas a tomar las armas. Dudamos de que ningún movimiento popular genuino haga esto a la ligera, pues se sabe que esto intensificará de inmediato el sufrimiento que el pueblo tendrá que soportar. Al verse enfrentados aun régimen que asesina, encarcela y tortura a sus oponentes; que garantiza la existencia de las escuadrones de la muerte y que recibe apoyo material de los gobiernos más poderosos y de los grandes negocios; es comprensible que algunos movimientos alcancen un punto de desesperación en el que no vean otra salida que !a de pasar a la lucha armada. En ocasiones, la credibilidad de un movimiento entre sus propias gentes parece depender de la capacidad militar de dicho movimiento, la cual se identifica con la capacidad de ofrecer algún grado de protección a las comunidades u organizaciones populares.

Nadie que esté fuera de esta situación está en posición de condenar un movimiento popular genuino por utilizar en último recurso la auto defensa armada en tales circunstancias extremas. Incluso aunque nosotras os cuestionemos el uso de la violencia, respetamos el rechazo a someterse a la opresión y reconocemos que la causa primaria de la violencia reside en el sistema de dominación. Las que garantizan la condena y la resistencia son las actividades de las os que tienen el poder, quienes buscan establecer un monopolio en los medios que ofrece la violencia, quienes reclutan soldados y recaudan impuestos, quienes financian a científicos para construir fábricas de producción de armas destinadas a reprimir.

La IRG es consciente en concreto de las responsabilidades de aquellos países que apoyan a las tiranías, que financian y arman a regímenes represivos y que buscan negar el derecho a la autodeterminación de los pueblos en su esfera de «influencia».

El papel de la noviolencia activa

La noviolencia es para nosotras os un código de valores, un marco para la acción, un establecimiento de estrategias. La noviolencia es una forma de actuación natural, una respuesta humana común en todas las sociedades. La acción noviolenta no está confinada a aquellos que comparten nuestra filosofía. Sin embargo, pensamos que sería mejor que fuera algo más que una táctica, si fuera adoptada como una política consciente y deliberada.

Cualquier forma de lucha conlleva generalmente represión. La acción noviolenta no evita sufrimientos y derramamiento de sangre. Pero uno de sus logros es desarmar al opresor o al menos inhibir la violencia y establecer un espacio para que más personas utilicen la acción noviolenta. Esto se acompaña de un deseo de buscar canales de comunicación, con el propósito de demostrar que la violencia radica en el sistema que estructura el poder y con el hallazgo de métodos para influir local e internacionalmente en la base que sustenta a la opresión.

En algunas sociedades la acción social se dirige a colmar las necesidades inmediatas, pues las personas se encuentran abocadas a una situación de supervivencia. La estrategia noviolenta requiere lo que Gandhi llamó el «trabajo constructivo» de los oprimidos. Las formas en que esto se lleva a cabo varían de unas sociedades a otras; pero el énfasis puede establecerse en la sanidad, vivienda, producción y distribución de alimento o en el asesoramiento en derechos legales, de bienestar social o de trabajo. La meta es la educación popular, poner fin a la resignación y en lugar de ello crear la experiencia de una sociedad participativa, animando a las personas a crear un nexo entre su futuro y el de sus familias y el de la lucha colectiva por el cambio social.

El campo de la resistencia cultural es de crucial importancia en el proceso noviolento de liberación. Esto significa la creación y el mantenimiento de las propias formas de expresión de los pueblos para resistir la presión para interiorizar los valores del opresor.

La acción noviolenta busca debilitar el sistema de opresión retirando la cooperación. Esto se expresa en ocasiones de forma abierta y pública, como por ejemplo huelgas y sentadas. Otras veces se utilizan formas clandestinas de incumplimiento por ejemplo con el trabajo ralentizado o tomando parte en un boicot. Estos son métodos asequibles para aquellas os que no pueden exponerse a los riesgos que conlleva una acción pública pero que desean negarle al opresor los frutos de su supremacía.

La capacidad de poder de la población de derrocar regímenes no democráticos ha sido atestiguada en Filipinas y en Europa Central y Oriental. Pero desembarazarse de un régimen no es suficiente. Para llenar el vacío, los movimientos necesitan preparar estructuras alternativas, necesitan una visión global del cambio y una plataforma política clara para saber cómo llevarlo a cabo.

Como resistentes a la guerra, somos conscientes en particular de las divisiones existentes entre los llamados beneficiarios de la dominación. Tanto en Israel y en Sudáfrica como en la URSS durante la guerra de Afganistán, los EEUU durante la guerra de Vietnam, Francia durante la guerra de Argelia y Holanda durante la guerra de la independencia de Indonesia, algunas personas han elegido actuar de acuerdo con su conciencia, por ejemplo rehusando la conscripción.

En nombre del pueblo

Los movimientos que han llevado el papel de líderes en las luchas por ejemplo el CNA en Sudáfrica, el FMLN en El Salvador, la OLP en Palestina precisan de un reconocimiento aunque su lucha por la liberación incluya la violencia. A la vez que exigimos que se les acepte como partes negociadoras, también rechazamos la pretensión de cualquier movimiento de un monopolio del apoyo popular o de ser su legítimo representante.

Lamentamos la tendencia de los medios de comunicación, e incluso de algunos movimientos que pretenden el cambio social, de prestar más atención a los movimientos una vez que han tomado las armas, o peor aún, de dar más credibilidad a sus alegatos de representar a la población.

No hay nada de romántico en la experiencia bélica, ni siquiera en la guerra revolucionaria … No importa cuál sea su causa, no importa hasta qué punto las luchas armadas sean un último recurso; la guerra degrada.

No puede decirse que determinado movimiento represente al pueblo entero. Con frecuencia, organizaciones que decían representar al pueblo no han hecho más que turnarse para alimentar el poder de determinados intereses. Algunos han omitido la existencia de ciertos sectores de la población; por ejemplo algunas tribus o pueblos indígenas. La mayoría han subordinado determinadas partes de la lucha por ejemplo la emancipación de las mujeres a la lucha global.

Existen siempre quienes son doblemente oprimidos como mayoritariamente el grupo de las mujeres, pero también minorías étnicas, religiosas, determinadas castas o clases sociales, grupos de distinta opción sexual . Las mujeres han desempeñado un pagel importante en muchos movimientos de liberación y le han dado prioridad a la lucha común sobre la lucha contra la opresión específica como mujeres. Sin embargo, después de la revolución, a menudo se encuentran con que sus aspiraciones han sido traicionadas y se les han impuesto nuevas y más severas restricciones.

Algunos grupos, especialmente a fines de la década de los años 60 y principios de los 70, tomaron las armas en defensa del pueblo. No les consideramos como «movimientos populares». Su estrategia fue agudizar la lucha por medio de ataques armados, pensando que esta presión incrementada fortalecería el apoyo popular.

En el caso de los Naxalitos en India y en Sudamérica con grupos como los Tupamaros de Uruguay, esto fue un atajo desastroso, en general de trágicas consecuencias para los implicados. El punto de partida de cualquier movimiento de liberación debe ser el identificarse con las os marginadas os al trabajar no de acuerdo con categorías ideológicas, sino con personas de carne y hueso.

Las consecuencias de la lucha armada

No hay nada romántico en la experiencia bélica, ni siquiera en la guerra revolucionaria. Podemos comprender las razones para recurrir a la lucha armada, pero prevenimos contra sus consecuencias. No importa, ni si la lucha armada es el último recurso; la guerra degrada. Los sabotajes discriminados tienden a desdibujarse entre ataques indiscriminados, asesinando ciudadanos no combatientes y trayendo como consecuencia represalias. Los conflictos locales estallan en disputas que se mantienen a si mismas bajo ningún control político, la violencia se convierte en el patrón para manejar el conflicto.

Si la lucha militar persigue como fin último la victoria, entonces se requiere un ejército un ejército de soldados dispuestos a matar sin rechistar, operando en firmes cadenas de mando, y dependientes de abastecedores de armamento que desean explotar la lucha, ya por influencia política o por beneficio económico. Las necesidades militares tienen prioridad sobre cualquier consideración humana o social.

Mientras nosotras os consideramos la noviolencia como un medio al alcance de cualquiera, en la guerra los luchadores por la libertad se identifican cada vez más con los jóvenes y fuertes varones. El mismo proceso de la guerra destruye las cualidades que realmente se necesitan en la construcción de una nueva sociedad y crea nuevas estructuras de opresión.

Cualquier movimiento enfocado a ganar poder político es susceptible de ser corrompido. Un movimiento armado es incluso más que eso, y con resultados más brutales. La lealtad a la causa con frecuencia inducirá a las personas a encubrir crímenes cometidos en nombre de la lucha. Quizás tales crímenes no puedan ser comparados con las atrocidades a gran escala cometidas para mantener un régimen represivo, pero el interés no reside en las comparaciones: las acciones de los movimientos de liberación deben ser juzgadas por las normas de la sociedad que se pretende.

Cada lucha de liberación implica una gran variedad de estrategias no armadas. Ninguna lucha puede ser reducida a sus dimensiones militares. En Sudáfrica, por ejemplo, el ala militar del CNA jugó un papel menos decisivo que los incidentes de lucha no armada, huelgas a principios de los años 70, boicot de las escuelas en 1976, boicot a los consumidores y huelgas de los alquileres en los ghettos a principios de los 80, y las marchas por la libertad y el fin de las prohibiciones en 1989.

Lejos de sustituir a la acción noviolenta, la estrategia de la guerrilla frecuentemente consiste en trabajar lado a lado con un frente popular, una coalición destinada a la movilización general de la gente desarmada. En las «áreas liberadas» la guerrilla también depende del desarrollo de un programa social: la sanidad y las campañas de alfabetización no sólo demuestran la identificación del movimiento con las personas pobres, sino que proporcionan modelos para la sociedad futura. Como la contra insurgencia se hace cada vez más sofisticada, y la guerra de baja intensidad sustituye a la invasión militar directa, este campo de la resistencia no armada también se hace cada vez más importante.

Sabemos que muchos movimientos no armados tienden a verse a si mismos no como opositores a la guerrilla, ni incluso como una alternativa, sino como compañeros de una misma lucha. Como pacifistas, sentimos una profunda confianza en el poder de la noviolencia y nunca tomaremos las armas. Mientras hacemos todo lo posible por evitar el conflicto armado, podemos muy bien hacer causa común con las personas que creen en la necesidad de la violencia.

Pueden existir ocasiones en las que parezca que la noviolencia ha fallado. Pero estamos seguras os de que, si la noviolencia activa trae como consecuencia la represión, la lucha armada proporcionará un pretexto para una represión incluso más brutal. Si la noviolencia activa no puede provocar el cambio rápidamente, ninguna otra forma de resistencia popular la hará en un plazo de tiempo más corto. Se necesita un nuevo marco de estrategia, basado en la construcción de la confianza y en la cohesión de las personas en actividades enraizadas en comunidades locales.

La revolución es un proceso prolongado y en cualquier proceso encaminado al cambio social radical es probable que ocurran algunos actos de violencia. El objetivo de la IRG es mantenerlos al mínimo y desarrollar vías noviolentas de fortalecimiento de los oprimidos.

Consejo de la IRG, Berlin, a 26 de Julio de 1990