Serdar M. Değirmencioğlu
mayo de 2013
El militarismo tiene una dilatada historia en Turquía. Por ello sorprende que haya tan escasos estudios sociológicos y educativos acerca de cómo actúa la militarización de la juventud. Aparte de unas pocas excepciones, los investigadores sociales han permanecido callados en lo relativo al cuestionamiento del ejército y a la manera en que el militarismo ha sido inoculado entre la gente joven generación tras generación.
El militarismo tras el Imperio Otomano
El Imperio Otomano pervivió durante siglos y siempre descansó sobre su poderío militar, pero el militarismo no formaba parte de la vida cotidiana. El militarismo no fue introducido en la vida diaria hasta el advenimiento de las instituciones modernas, particularmente las escuelas, que se convirtieron en parte del aparato del Estado cuando el Imperio Otomano fue sucedido por un nuevo Estado-nación, la República de Turquía, en 1923. Los fundadores de la república estaban decididos a romper con el pasado y modernizar el país. Hubo, sin embargo, una contradicción inherente, puesto que su visión modernizadora estaba limitada por sus raíces militares. Los principales reformadores fueron todos hombres militares y, al mantener la tradición militar, todos creían en la autoridad y el carácter sagrado del Estado. La sociedad también creía en el ejército. Fue el ejército al fin y al cabo el que lideró la Guerra de Liberación (1919-1923) y salvó a la madre patria.
Los fundadores del nuevo Estado creían en la educación: la nueva república solamente podía construirse mediante una campaña educativa. Las guerras recurrentes de las últimas fases del periodo otomano y la propia Guerra de Liberación produjeron una enorme cantidad de niños huérfanos, enfermos o frágiles que necesitaban la protección y educación que el Estado podía ofrecer. El régimen autoritario dio por sentado que la disciplina era esencial para crear una ciudadanía moderna (hombres y mujeres bien educados, sanos y responsables) a partir de las muy incultas masas, y que se podía conseguir un progreso social rápido pero ordenado regulando las diversas esferas de la vida.
Dos objetivos principales, establecer la unidad nacional y modernizar el país, fueron a menudo concebidos desde una perspectiva militarista: la transformación del cuerpo humano siguiendo los valores modernos, racionales y científicos en todos los ámbitos de la vida, incluyendo vestuario, estética, salud, reproducción, cuidado de los niños y quehaceres domésticos. El disciplinamiento de la sociedad mediante la política de los cuerpos fue esencial para crear ciudadanos modernos. Estas ideas evolucionaron en los años 30 hacia la eugenesia. La eugenesia era popular en el mundo moderno y los lideres republicanos la importaron para dar apoyo a la regulación estatal del cuerpo humano: el aborto fue abolido, se ordenó el examen premarital de las parejas, y se establecieron instituciones de atención infantil. La prevención de las epidemias y el alcoholismo se convirtió en una prioridad. En el frenesí de la construcción de la nación emergió un discurso colectivista y autoritario que produjo una ideología ultranacionalista rayana en el racismo. El militarismo prosperó en este ambiente.
El militarismo después de 1945
Tras la Segunda Guerra Mundial se estableció un nuevo orden mundial. En Turquía, un gobierno liberal que se alineó con las fuerzas sociales conservadoras terminó el régimen de partido único. El nuevo gobierno no estaba en contra de las prácticas militaristas en las escuelas, excepto de aquéllas que no encajaban con la segregación por género. El nuevo gobierno derogó algunas de las reformas pero el golpe militar de 1960 acabó con todo esto.
El golpe de estado militar introdujo otra contradicción más. Abrió el camino para una constitución progresista, pero también legitimó el papel de las fuerzas armadas como protectores del Estado. Usando este papel, el ejército intervendría en 1971 y 1980. El ejército siempre hizo todo lo que pudo para conseguir apoyo social antes de cada intervención.
Con la Constitución de 1960 emergió un vibrante clima político. Sin embargo, dos partidos dominaron la política hasta 1980: un partido de centro-izquierda que representaba la tradición republicana autoritaria y de “mano dura”, y un partido de centro-derecha que se alineaba con las fuerzas conservadoras -incluidos los movimientos religiosos- al servicio del capitalismo. Ambos partidos consideraron las escuelas como los viveros de las fuerzas sociales, y aquéllas se convirtieron en el campo de batalla entre las fuerzas llamadas “progresistas” y las “reaccionarias”.
El cambio de régimen y los debates políticos que siguieron no influyeron en el militarismo en las escuelas. En 1945, el militarismo era parte de la vida escolar y la Constitución progresista de 1960 no cuestionó esto. Después de todo, fue una intervención militar lo que hizo posible la nueva Constitución, y muchos consideraban el ejército como una fuerza social progresista.
El golpe
En 1980, el régimen político fue transformado. Primero, se aprobó un paquete de “reformas liberales”. A continuación, un golpe de estado militar impuso un reino de terror despiadado. El ejército eliminó a todos los movimientos políticos e instituciones democráticas. Mientras el ejército despejaba el camino a una economía neoliberal, afianzó el control ideológico sobre todos los asuntos científicos, culturales y educativos. En 1982, una nueva constitución estableció un marco político autoritario que aumentó el poder del Ejecutivo. En 1983, Turgut Özal, arquitecto principal de estas reformas, llegó al poder, como Primer Ministro durante dos legislaturas seguidas y posteriormente como Presidente (1989-1993).
El nuevo régimen autoritario potenció la “Síntesis Turco-Islámica”, una doctrina conservadora que fue elaborada para desplazar las influencias socialistas. La ideología oficial siempre había promovido el nacionalismo y el militarismo. Los ultranacionalistas propagaron la idea de que los turcos eran una “nación militar”. Pero el nacionalismo no fue suficiente para impedir la influencia del socialismo. La religión fue un antídoto mucho más poderoso. En consonancia con esta doctrina, la Constitución de 1982 exigía la educación religiosa en las escuelas.
Las instituciones de formación del profesorado siempre fueron vistas como la clave para producir el profesor ideal. En los años 70, estas instituciones se convirtieron en un importante campo de batalla entre las fuerzas “progresistas”y “conservadoras”, y fueron controladas por ultranacionalistas hasta el final de la década. Tras el golpe de estado, estas instituciones fueron oficialmente depuradas de elementos izquierdistas. Pronto estas instituciones empezaron a producir grandes cantidades de profesores que estaban equipados con la “Síntesis Turco-Islámica”. En 1984, estos nuevos profesores ya estaban en las aulas. El gobierno militar introdujo unas estrictas pautas de vestimenta para profesores y alumnos, y se deshizo de los profesores de izquierdas. En los mandatos de Özal se implementaron estas políticas; las escuelas se hicieron unas instituciones más dogmáticas y militaristas.
Militarismo en las escuelas
Las escuelas de todo el mundo proporcionan un suelo fértil para el militarismo: hay una “audiencia cautiva”, una misión de gran alcance, una estructura jerárquica y una clara desigualdad de poder entre los estudiantes y los profesionales. Las escuelas pueden ser fácilmente transformadas en instituciones paramilitares.
El militarismo es raramente transmitido o sostenido mediante el contacto directo con el ejército. Más bien, las escuelas y otras instituciones civiles facilitan que las perspectivas militares permeen las costumbres cotidianas y los sistemas de creencias. A diferencia del servicio militar obligatorio, las escuelas son muy sistemáticas y persistentes: la escolarización obligatoria afecta a casi todos los niños y niñas en un periodo de muchos años. Ya con 5 ó 6 años, los niños y niñas pueden encontrarse con el militarismo en la escuela.
La escuela como campamento militar
Una escuela ordinaria tiene imbuidos elementos militaristas como la dominación, la sumisión, la disciplina y la violencia. La violencia contra los alumnos produce violencia entre los alumnos, y la violencia entre alumnos es usada para justificar la violencia institucional en forma de militarismo.
Una escuela típica proporciona un amplio abanico de experiencias militaristas, algunas más obvias que otras. Se supone que la vida escolar tiene que ser “ordenada” y “disciplinada”: se supone que los alumnos tienen que seguir reglas de tipo militar y rutinas, y esperar un castigo si no lo hacen.
Dentro de la escuela, las banderas y los símbolos del nacionalismo están por todas partes. En las paredes se glorifica a los reyes y sus conquistas. Las conmemoraciones son habituales y o bien son sobre victorias militares o se llevan a cabo al estilo militar. Una escuela típica hace poco por que sus alumnos conmemoren la paz, la noviolencia y la juventud.
Es en la educación física donde se enseña el orden militar, como por ejemplo el orden cerrado y la marcha. Desde hace mucho tiempo, el alumnado aprende a ponerse firme cuando se le pide. Un alumno típico tiene que hacer esto en incontables ocasiones tanto en primaria como en secundaria.
Los alumnos y las alumnos son como soldados de infantería. Solamente pueden “descansar” cuando no hay adultos cerca. Se espera que sean respetuosos, y el respeto empieza por la sumisión. Los alumnos se ponen en pie cuando entra un maestro. El currículo enfatiza mucho más los deberes y obligaciones que los derechos y las libertades. En general, el currículo es hoy menos nacionalista, pero estas costumbres cuasi-militares se mantienen en el día a día.
Ceremonias y uniformes
Las ceremonias como las que se celebran en las escuelas son importantes para el militarismo; ayudan a que crezca. En la ceremonia de apertura, se iza la bandera y se canta el himno nacional. Desde el punto de vista nacionalista, se trata de un ritual sagrado. Todo el mundo tiene que estar en posición de firmes. Los alumnos y las alumnas muchas veces reciben reprimendas, son castigados o humillados por no comportarse de manera suficientemente “solemne” durante la ceremonia. En primaria, las escuelas empiezan diariamente con un arcaico juramento nacionalista.
También se espera que los alumnos y las alumnas participen en algunas ceremonias oficiales fuera de la escuela. En varias ocasiones, se les pide que vistan el uniforme militar y sostengan un arma. Durante la Semana de la Policía es habitual ver a niños y niñas vestidos con uniformes de la policía. En el Día de los Niños y las Niñas (23 de abril) se ha celebrado en todas las ciudades hasta hace muy poco un evento muy militarista en un estadio deportivo.
Conflicto y martirio
El militarismo necesita el conflicto. El conflicto abierto es mejor porque justifica la existencia de la maquinaria de guerra. Si el martirio forma parte de la tradición y se difunde en las escuelas, las víctimas mortales pueden también alimentar el militarismo.
La República de Turquía se fundó después de la Guerra de Liberación y el martirio ha sido un elemento de la ideología nacionalista desde entonces. Con el tiempo, el martirio se ha convertido en una herramienta de legitimación de las Fuerzas Armadas. Ahora, el martirio es una herramienta versátil para los políticos que quieren justificar la violencia y su resultado natural, la muerte.
El Estado ha combatido al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) desde 19841 A medida que se amontonaban los cadáveres y millones de civiles sufrían violaciones de derechos humanos, el martirio fue usado para glorificar la muerte, y por tanto legitimar la violencia en curso. Se pusieron en marcha masivas campañas de relaciones públicas para potenciar el militarismo, incluyendo el esfuerzo coordinado para conmemorar la batalla de Gallipoli, que en Turquía se llama a menudo la victoria de Çanakkale. No fue una batalla normal. Fue una guerra de desgaste en la que miles de soldados de ambos bandos tuvieron que soportar situaciones extremas durante meses. Muchos murieron inútilmente, no en combate sino de hambre, enfermedades o al caer en letrinas abiertas y ahogarse. Pero las conmemoraciones lo tratan como una victoria lograda mediante el martirio.
Se organizaron ceremonias militaristas en las escuelas el día asociado con la victoria (18 de marzo de 1915).2 Muchas escuelas organizaron viajes a Gelibolu (Gallipoli) para celebrar la victoria y homenajear a los mártires, Pronto esto se transformó en una peregrinación continua. Grandes cantidades de alumnos y adultos fueron llevados allí. El mensaje era claro: “Somos una nación poderosa y ni la potencia más fuerte puede conquistarnos. Estamos todos preparados para luchar y morir, si fuera necesario.”
El esfuerzo para polarizar la opinión pública fue repugnante. Durante la manifestación de Mersin, en marzo de 2005, se entregó una bandera a dos jóvenes. Esto fue retratado en los media como una profanación de la bandera turca por parte de los kurdos. Al final se descubrió que era un montaje, pero no hasta que había surtido el efecto deseado: por todas partes empezaron a aparecer banderas, incluyendo las escuelas. Las escuelas fueron embutidas con más signos del nacionalismo y el militarismo. Unos dos años después, se aprobó un nuevo día de celebración escolar: el 12 de marzo, el día de 1921 en que se aprobó el himno nacional.
Escuelas privadas
Las escuelas privadas en Turquía son vistas muchas veces como escuelas modélicas. Las escuelas privadas solían estar al servicio de los niños y niñas de la elite y por ello se suponía que eran menos militaristas. Esto no es verdad. Muchas escuelas privadas organizan peregrinaciones a Gelibolu. Una escuela privada muy cara en Bodrum, por ejemplo, celebra un evento en el que los alumnos y alumnas de preescolar van vestidos con uniformes militares o con la bandera.3
Un viaje organizado por una escuela privada de Kayseri ilustra el problema. Se llevó a los alumnos y las alumnas cerca del monte Erciyes, donde representaron una batalla en medio de una nevada. Las autoridades locales y los media estaban allí. También se invitó al director y al protagonista de una película que glorifica los “mártires niños”.4 El jefe de la Dirección Provincial de Educación estaba muy contento. La ceremonia, dijo, enseñó a los niños “el amor a la patria, la bandera y la nación”.
La importancia de un nombre
El militarismo alimenta el odio. Los espacios públicos pueden usarse para conmemorar un conflicto e insuflar elementos de la vida cotidiana que le recuerden a todo el mundo el conflicto y el odio. Como instituciones centrales en la vida pública, las escuelas pueden usarse como lugares de conmemoración del conflicto y ser utilizadas para perpetuar el odio y la violencia.
Eso es exactamente lo que ha sucedido en Turquía. Muchas escuelas por todo el país llevan el nombre de algún mártir militar, convertidas así en tumbas públicas. Otros lugares (como por ejemplo parques) e instituciones públicas (como centros de salud) han sido también objetivos de este tipo de militarismo.
El militarismo todavía es fuerte
El Partido por la Justicia y el Desarrollo ha estado en el poder durante más de 10 años. El PJD parece decidido a desmantelar las viejas instituciones, incluida la Constitución impuesta por el gobierno militar en 1982, y se ha ganado una fama de partido pro-democracia a pesar de que es claramente el producto del clima político que creó el régimen militar.5
Como el ejército se ha definido siempre como un poder laico y protector del laicismo, y forzó la dimisión de un gobierno de coalición liderado por un predecesor del PJD, este partido ha considerado al ejército como un obstáculo y ha restringido su poder drásticamente. Para muchos, las reformas del PJD y sus victorias electorales son democracia en acción. Para observadores más críticos, sin embargo, el programa del PJD refleja las políticas autoritarias y opresoras al servicio de un orden neoliberal y neoconservador. Como la presencia en los órganos de poder del PDJ se ha consolidado, el régimen se parece cada vez más a un sistema de partido único. Los líderes del PJD permiten pocas críticas o debate, ni siquiera dentro sus propias filas.
El carácter aparentemente reformista del PJD proviene de la convencimiento de sus líderes de que es preciso romper con la tradición republicana de “mano dura”. Se apoya menos en el aparato del Estado y más en los gobiernos locales, las ONGs conservadoras locales, y los media obedientes. Hasta hace poco, el ejército ha sido usado como la fuerza suprema cuando ha sido necesario. El nuevo orden considera más seguro el despliegue policial, ya que la policía está directamente controlada por el gobierno. La fuerza suprema que sostiene el orden neoconservador es, por supuesto, la religión.6
Muchos observadores no consiguen entender el hecho de que el militarismo en Turquía goza de buena salud. El ejército ha perdido su poder pero continúan los esfuerzos para glorificar el martirio e inflar el nacionalismo y la religión. Durante los últimos años se han celebrado conmemoraciones cada vez más grandes en honor de los mártires de la Batalla de Sarıkamış (diciembre de 1914 – enero de 1915). En enero de 2013, el Ministerio de Juventud y Deportes organizó la mayor celebración de la historia, acompañada de una serie de ceremonias religiosas.
Una de las más populares políticas del PJD ha sido la creación de la Administración para el Desarrollo de la Vivienda (ADV), supervisada por la Oficina del Primer Ministro y a cargo de todos los grandes proyectos de construcción por todo el país. La ADV ha construido muchas zonas residenciales nuevas, cada una de ellas con una mezquita y muchas veces con una escuela; muchas de estas escuelas llevan el nombre de un “mártir” militar que murió en la guerra contra el PKK.
El propio líder del PJD no tiene ningún problema en usar el militarismo. Ha utilizado el martirio regularmente en sus discursos y alardea de las intenciones de su partido de producir generaciones “fieles y vengativas”.7 El PJD está deseoso de dejar atrás el viejo militarismo nacionalista y reemplazarlo por con un militarismo guiado por el Islam militante.
El militarismo también es muy visible en el gobierno local. Por toda Turquía, la mayoría de los ayuntamientos están bajo el control del PJD. Sus alcaldes están consolidando un orden conservador autoritario en sus regiones. Por ejemplo, Sincan es un gran municipio en el área metropolitana de Ankara y es el bastión del PJD, vanagloriándose de que más de 20 parques han recibido el nombre de “mártires”.
Esta evolución es muy preocupante. Al estar siendo reemplazado el nacionalismo militante por el Islam militante en la ideología general, el militarismo se está volviendo más peligroso. El nacionalismo es un producto humano. El Islam, por el contrario, es presentado como otorgado por Dios, y por ello no puede ser cuestionado. La religión puede proporcionar un escudo muy eficaz al militarismo y también acceso a varios dominios que el militarismo no había sido capaz de penetrar todavía. Es más difícil oponer resistencia y derrotar a esta mezcla de militarismo y religión. Mientras el Estado turco se vuelve menos laico, la gente joven en particular está siendo sometida a un orden crecientemente militarista y totalitario.
Notas
1 Mientras se escribía este artículo, entró en vigor una tregua y se acerca la posibilidad de un acuerdo.
2 Pueden encontrarse vídeos de estas ceremonias en YouTube. Un ejemplo muy reciente es la representación en una escuela privada de una obra teatral llamada ‘Gözlerim Çanakkale’de Kaldı’ (Mi corazón está con vosotros en Çanakkale), disponible en www.youtube.com/watch?v=RpkLH4ZSPpw.
3 Muchas escuelas privadas en Turquía están asociadas ahora con movimientos religiosos y el grado de militarismo en estas escuelas varían según las creencias religiosas.
4 Los niños fueron mártires porque proporcionaron municiones a las tropas durante la Primera Guerra Mundial y murieron congelados en una ventisca.
5 Con el paso de los años, el PJD se ha beneficiado de un vacío de poder y unas leyes electorales injustas -ambas cosas resultado de la década de los 80. El hecho de que solamente 15 meses después de que fuera fundado en 2001, el PJD recibiera el 35% de los votos es un claro indicio del volátil clima político. En sólo 3 años, el PJD se ha hecho con el control de los ayuntamientos de la mayoría de las grandes ciudades, con cerca del 42% de los votos. En las elecciones de 2007, el PJD mejoró sus resultados hasta llegar al 47% de los votos. En 2011, recibió casi el 50% de los votos.
6 Las políticas económicas del PJD producen más riqueza, pero distribuida desigualmente, como se refleja en el incremento de la pobreza. Esto parece contradecir el apoyo popular al PJD, que no ha menguado. Parece que el partido tiene las herramientas para lograr el consenso social a pesar de que millones viven en condiciones económicas de pobreza.
7 http://bianet.org/english/religion/136000-religious-generation-versus-liberal-education (consultado el 15 de mayo de 2013).